miércoles, 18 de abril de 2018

Hexagrama 5 y el educarse

El i ching es un lenguaje que retrata estados y situaciones, ofreciendo una amplia gama de interpretaciones, desde las más obvias hasta algunas sorprendentes, que se alejan del sinfín de comentarios que nos han llegado a través de las distintas traducciones que nosotros, de habla hispana, hemos recibido.

Acabo de sorprenderme cuando le pregunto, a raíz de algunas interesantes conversaciones que he mantenido con un par de amigas compañeras de camino, "qué entiendes por educación".


Ciertamente educarse no es sentarse en un pupitre, escuchar a un profesor y memorizar materia para una prueba.


En esta versión, la educación es La Espera.


En nuestra sociedad se suele pensar la educación en términos de recibir conocimientos y herramientas. En mi país las discusiones más visibles en torno al tema giran en torno al lucro, a la malla curricular cada vez más estrecha pese a la creciente cantidad de ho ras que pasan los niños en el colegio, a las condiciones laborales de los profesores. 

Para los usuarios del i ching, el hexagrama que alude más directamente esta cuestión es el 26, la fuerza domesticadora de lo grande. En términos más abstractos, asociamos la idea de educación a la de alimentación, y tenemos el 27, las comisuras de la boca, el 48, el pozo, el 50, la marmita. Confucio, o sus comentaristas, hablan del 29, el conocimiento líquido, que fluye como el agua en su interminable ciclo, y también el peligro, porque el conocimiento puede ser peligroso no sólo para quien domina porque sabe a seres que no saben, sino para aquél que sin saber actúa como si supiera y termina entrampado en el abismo. No se trata tampoco de encerrar el conocimiento en las cárceles rigidas de las academias y las disciplinas y determinar que sólo certificándose se aprende, sino de estar consciente de que el saber sin experiencia es una aproximación que no nos garantiza nada, sino que nos prepara para afrontar lo siempre desconocido. Quien se sube al carro del saber para alcanzar certezas tarde o temprano termina tropezando en el foso de la experiencia. 

En el 5 el cielo, lo creativo, ocupa el lugar de la tierra, mientras que el agua, lo abismal, ocupa el lugar del cielo. Es una imagen de lluvia, entre otras cosas. 

El ojo está puesto en cómo recibimos ese alimento líquido, dúctil y potencialmente peligroso, que recibimos desde el cielo por el cual transita condensado en forma de nubes. Imposible que no se nos vengan a la cabeza las nubes de almacenamiento virtual que se nos ofrecen en internet, donde acumulamos gigas de información. 

Por otro lado existe una avidez de aprender, de incorporar las herramientas que nos permitirán cumplir nuestra función transformadora del mundo. Los humanos, para bien y para mal, somos transformadores. Nuestra parte yang, creativa, nos separa del resto de los animales que se someten a la oscura abundancia del yin, que nos provee de alimento y estímulos. 

Este hexagrama y su espejo, el 35, son ejemplos tremendos de lo paradojico que puede resultar este libro para mentalidades occidentales. ¿Cómo es posible que dos trigramas yang, impetuosos y llenos de energía, nos ofrezcan una imagen tan yin, tan receptiva?

Porque claro, el dictamen nos anuncia que es provechoso cruzar la gran agua, y nos advierte "si eres sincero, tendrás luz y éxito" pero no es llegar y cruzar la gran agua, sino que es preciso aguardar y no precipitarnos.

Usted no está para descubrir nada, deje que nosotros le mostremos como mirar y así no se va a entrampar y se evitará problemas. De eso se tratan las construcciones colectivas de saber que se reproducen a través de la educacion institucionalizada a lo largo del mundo. 

En la línea uno, el sujeto aguarda, su ímpetu se detiene y en ese aprender empieza a mirarse hacia adentro y descubre en sí mismo el reflejo del conocimiento que recibe en el 48. Un pozo viejo, del cual no se bebe, porque es como mirarse el ombligo. Es un receptor pasivo, el alumno que calienta el asiento, y sin embargo es la clase de sujeto que recibe la información y no es capaz de procesarla. El sujeto que no aprende dentro de un aula, pero que tampoco se lo cuestiona. Un hombre sencillo, o simplemente ignorante, las posibilidades están abiertas.

En la línea dos el sujeto se arriesga más, se atreve a ir más allá pese a que la sociedad le advierta que no tiene las capacidades y se atreve a descubrir afuera, en el mundo. Llega al 63, al apabullante y difícil de mantener estado de experimentar el aquí y el ahora en toda su magnitud. Su conocimiento se hace vivencial y sin embargo no sobrepasa los límites, es capaz de avanzar y retroceder de manera autónoma. No hay que guiarlo demasiado.

El de la línea tres es atarantado, en vez de ir tanteando el terreno sale corriendo, confiado en lo que aprendió, al encuentro de una experiencia lleno de ideas preconcebidas, y es por eso que se termina desbocando, y llega al 60, donde aprende a porrazos lo que su compañero de la línea 2 consiguió mediante la calma y sin apenas rasguños, que el saber del aula es sólo una herramienta que no sustituye a la vivencia, sino que nos sirve para evitarnos pasos y economizar energías.

Muchas aristas que se resisten a encasillarse como positivas o negativas pese a que nuestro instinto aprendido nos lleva inevitablemente a ese plano. Trataré de evitar juicios, aunque igual se terminará escapando uno que otro.

La linea 4 es inevitable. Existe una presión de conocer, se trata de saberes especializados y urgentes que exigen ser experienciados y es más, nos exigen errar para saber. Tan asi que al pasar al 43 se nos advierte "si se dejara guiar como un cordero desaparece el remordimiento" pero la mente, en su constante autoafirmación, no deja de cuestionar y la única alternativa es hundirse en el barro.

La 5 llama la atención con su profundo dominio y desapego. Disfruta del conocimiento recibido, lo recibe con alegría y goce, y lo deja reposar en eternas y agradables sobremesas para luego seguir caminando. Sabe que el conocimiento es como vestirse, sabe guardar y mantener limpias sus prendas y sabe cuando desvestirse. Es ubicada en su manera de aprender, no le tiene miedo al barro, esta clara que el saber no le garantiza nada, y tampoco deja que aquello desmotive su hambre de saber. Por ello alcanza ese fértil estado de intetcambio que en el i ching se llama la paz.

La sexta es sorprendente. Me deja pensando y aquí se me va a salir lo dogmático, cómo no. Es la experiencia que transforma y modifica nuestras ideas preconcebidas adquiridas a través de la educación. Esos tres visitantes no inesperados. Imposible no citar acá a Raúl Ruiz, mi cinesta favorito, cuando dice que toda planificacion debiesre ser capaz de considerar e incorporar los accidentes e imprevistos, en este caso una educación que nos permita desaprender lo aprendido para volver a aprender de la experiencia, dinámica, dúctil, líquida. Una educación sujeta a las circunstancias, que puede vivirse incómoda como a menudo se vive el hexagrama 9, aquel que nos amansa y a menudo nos suele incomodar.

Un realizador sin miedo a errar, ni a desaprender lo sabido.



lunes, 9 de abril de 2018

El hexagrama 43 y nuestras ideas tajantes

El i ching es un libro de paradojas que utilizamos en el marco de una cultura dentro de la cual las paradojas tienen un limitado espacio de expresión. A nuestra cultura le gustan las verdades indiscutibles, la seguridad incuestionable, la consecuencia en el decir y el actuar, las evaluaciones y los estudios científicos. En el cotidiano discutimos acerca de que es mejor, elaboramos rankings, culpabilizamos a otros por los problemas de la sociedad en la que vivimos y rara vez nos hacemos conscientes de que la paradoja está a la vuelta de la esquina. El i ching nos lo recuerda constantemente, que el yin y el yang se permutan y se ponen en movimiento al igual que las horas y los días y sin embargo tantos de nosotros en algún momento buscamos las respuestas tajantes como aquellas registradas en los caparazones de tortuga miles de años atrás, esas que nos aseguren que aquello que queremos ocurrirá, que nos saquen de la incertidumbre y de las proyecciones, que nos liberen de esa angustia que nos provoca el caos, ese caos que como observaron los antiguos chinos puede configurarse de distintas maneras, y así ocurre en nuestras historias cotidianas, aquellas que delineamos momento a momento.

El i ching también tiene sus momentos inequívocos y tajantes, aquellos son los que más suelen confundirnos. Uno de ellos es el 43, el desbordamiento, el abrirse paso, un momento lleno de energía creativa, de decisión y sin embargo hay algo en dichas situaciones que se nos resiste, que se nos escapa hancia las alturas subconscientes, misteriosas e insondables.

El 43 es una emoción que se nos desborda, se nos sale por los poros y resulta difícil de encauzar aún teniendo claro que así debe ser. La linea 4 es precisa en indicar este punto.

Sin embargo todas las líneas del hexagrama tienen su dificultad. Las palabras del juicio se explayan abundantemente: hay algo oscuro que es preciso enfrentar, algo que nos divide y confunde, amenazando con dispersar nuestras energías. Pero para poder enfrentarlo primero es preciso reconocerlo, mirarlo y aceptarlo tal como es.

 No se trata de extirpar un cáncer, o una verruga, sino entender que ese cáncer se generó desde nosotros y puede volver a generarse. Reconocer nuestra vulnerabilidad, aceptarla y darle espacios para que se manifieste y no comprarse el cuento de creernos invulnerables. Antes del 11S ya andaban dando vueltas académicos proclamando "el fin de la historia" y ya vemos que ocurrió en el mundo.

En el 43 todo parece estar patas para arriba, y no es cosa de simplemente llegar y sacar la silla. 


El sujeto de la línea 1 se impacienta, quiere combatir a toda costa ese elemento espúreo que le ha surgido, sin apenas entenderlo. La "mala fortuna" deriva del obstinarse, sin darse el tiempo de mirarse adentro, y cuando se mira es desde el 28, desde la urgencia apremiante del sentirse endeble, y ahi se ve obligado a bucear en si mismo, apoyar la carga en unos juncos.

En cambio, el de la línea 2 es capaz de apreciar a qué se enfrenta y logra frenarse, darse cuenta que el enfrentar a esa oscuridad lo obliga a transformarse, y que las transformaciones no se consiguen de un día para otro. En sí despiertan la claridad y la convicción, el viento y el fuego, y con esa visión el miedo se aparta y poco a poco logra deconstruirse en el 49.

El sujeto de la línea 3 en cambio está abrumado. No supo detenerse a tiempo, ya está enfrentando las consecuencias de un actuar irreflexivo y ya no puede echar pie atrás. Le toca soportar la incomprensión de ser juzgado en términos incómodos, se entrampa en su decisión, se consuela pensando que mañana vendrán tiempos mejores y deja de estar situado en su presente.

El de la 4 si se puede es aún más presa de la futilidad. Está muy cerca de esa oscuridad, la conoce íntimamente, pero no sabe cómo enfrentarla. Está paralizado, pero tan imbuído en la acción que no puede darse el lujo de detenerse y aquello lo abruma. Sabe que podria quedarse enredado y quisiera detenerse, pero en este caso el detenerse lo sitúa en un lugar peligroso, en la caverna, en la sangre. Ese reposo le está vedado, asi que no le queda otra que seguir. Si tan sólo pudiese dejar de darle vueltas al asunto...

La acción de la 5 es inequívoca en su dimensión: sabe que atajar la oscuridad no acabará con ella definitivamente, pero es capaz de transar con ella y mantenerla a raya, vigilante, en el 34. Se aparta del macho cabrío y por tanto no se enreda. Es precisa en su decisión y sin embargo no habla de buena fortuna, simplemente cumplió.

Finalmente, la sexta es soberbia. Su mala fortuna no radica en sí misma sino en la acción tajante y fanática de apartar lo dañino, de esconder la basura debajo de la alfombra, de hacerse el loco y subirse en la cima de la torre que se hace astillas en el 23. Uno se encierra en sus convicciones, en el trabajo realizado y alcanza la "seguridad" proyectada, alcanza sus objetivos y el completo dominio de la situación, con ello pierde la apreciación desapegada y se vuelve rigido en sus convicciones, lo cual puede funcionarle algún tiempo hasta que ese yin lo sorprenda seductoramente en el 44, se aferre a él como garrapata en el 33, lo haga perder contacto con el resto del mundo en el 12, le cuente historias de aquello que no puede alcanzar por sí mismo en el 20 hasta que es invadido en el 23 y no le queda otra que volver a abrirse como una flor en el hexagrama 2.