domingo, 17 de marzo de 2019

¿Qué tanto depende de nosotros? El hexagrama 3

En contextos terapéuticos y transpersonales suele trabajarse en torno al bienestar del paciente, a la resolución de sus conflictos y a potenciar sus habilidades. Existen muchas escuelas y orientaciones al respecto, pero desde hace un tiempo hay ciertas cosas que no dejan de hacerme ruido, sensaciones como si algo de vital importancia se nos escapara. Nuevamente, como ha sido la constante dentro de este blog yo, un hijo de la cultura occidental, me tomo un espacio para cuestionar ciertos supuestos fundamentales de nuestra cultura que se encuentra experimentando un momento de profunda crisis. 

Muchas veces, a nivel personal, me he cuestionado qué tan determinante es nuestra voluntad a la hora de determinar las circunstancias que nos rodean. Ese dragón incansable del 1 que lleva la batuta de nuestra civilización me causa mucho ruido a ratos, y me siento más bien cercano a la docilidad de la yegua del 2. Evidentemente el desafío es que ambos extremos se integren y formen una sinergia, donde los ruidos y dificultades se transformen en advertencias y avisos, espejos de aquello que no queremos o nos cuesta ver. Porque nos cuesta ver el yang en lo yin, el yin en lo yang y tendemos a la rigidez, a ubicarnos en una vereda u otra. A definir el mundo en términos de "bien" y "mal", de "héroes" y "villanos" y ahí muchas veces nos extraviamos, perdemos la neutralidad que nos brinda ecuanimidad y nos permite ver cada acto, cada detalle, en su propio contexto. 

Un rayo en la tempestad, el poder de nuestra voluntad. 


Así, hay veces que siento que mi disciplina, que mi voluntad no es suficiente. Miro alrededor y veo en el mundo muchas cosas que me desagradan y no dependen de mí, y muchas veces me siento desmoralizado y sin fuerzas para seguir. Hoy decidí darme un respiro y preguntarle a este compañero de camino cuál es su opinión al respecto y me tomo la libertad de compartirlo con ustedes. 

La pregunta fue ¿En qué grado las circunstancias que experimentamos dependen de nuestra voluntad? Y la respuesta fue el hexagrama número 3: las dificultades del comienzo (que Ritsema- Karcher llama simplemente "brotar") cambiando al hexagrama 45 "la reunión". 

La energía de los dos hermanos mayores, encontrándose en la secuencia por primera vez, la primera mezcla de energías descrita como un parto. La voluntad incansable abriéndose camino y encontrándose en un flujo que no puede controlar del todo y que altera inevitablemente sus posibilidades de expresión. Ambos aspectos de lo yang manifestado en nuestra tierra contradictoria y fluente. 

Brotar.
Primaveral Crecimiento Cosechante Prueba.
No aprovechar el poseer dirigido el ir.
Cosechante: instalar feudatarios.

Todo parte de un impulso, de una idea, de una intención creadora. Un propósito, un objetivo determinado a partir de nuestra voluntad, así se abre paso una planta desde su semilla subterránea y sin embargo esa voluntad debe aprender a someterse a las incontrolables circunstancias que movilizan nuestro corazón de un lado a otro para crecer con fuerza y energía. Rilke, uno de mis poetas favoritos (y que recomiendo a todos los estudiantes del i ching) lo señala de la siguiente forma:

¿Quién habla de victoria?
Sobreponerse es todo 

Y sí, solos no podemos. ¿Pero en colectivo? En algún momento nuestros ancestros nómades descubrieron las evidentes ventajas del asociarse y nacieron los primeros pueblos, de ellos las primeras ciudades y las civilizaciones que empezaron a dar forma al paisaje, a transformar nuestra manera de alimentarnos. Juntos pudimos enfrentar de mejor forma las inclemencias del clima, las hambrunas, pero también se multiplicó el impacto y el alcance de ciertas enfermedades. Yin y yang, todo el rato. 

Veamos las líneas. En la primera de ellas se nos presenta la voluntad como una columna de piedra, qué metáfora más falocéntrica y adecuada. Una voluntad sólida, rígida, bien asentada que es el punto de partida en este mundo hostil. Desde niños empezamos a soñar con nuestro futuro, con el "¿qué queremos ser cuando grandes?" y lo compartimos en nuestros juegos, nuestras fantasías. No sabemos, porque aún no hemos pasado por ahí, sólo podemos suponer cómo será, pero eso no nos quita necesariamente el sueño (y si lo hace es porque nos han enseñado a vivir alimentando proyecciones durante generaciones, desconectándonos del aquí y el ahora) 


a) Columna de piedra.
Cosechante: residir-en la Prueba.
Cosechante: instalar feudatarios.

b) Aunque columna de piedra, el propósito moviendo rectificadamente
por-cierto.
Usar valorar lo módico de abajo.
Lo grande adquiriendo-a los plebeyos por-cierto.

Luego cambie la cuarta, el ministro que en este caso es suave y dúctil, persuade  y no obliga, y permite modificar nuestro propósito inicial, refinándolo como  quien pule los cantos de una estatua o un diamante, respetando sus formas y las circunstancias reinantes sin abandonar su voluntad. Es cierto que en este sentido pueden ocurrir algunas imperfecciones, desencuentros y malos entendidos como refleja la cuarta línea del hexagrama 17, pero partiendo desde el 3 lo entendemos así. 

a) Montar un caballo, categorizando así.
Buscar la alianza matrimonial.
Ir Propicio.
Sin no Cosechar.

b) Buscar y-también ir.
Esplendor por-cierto.

En este viaje incansable y sin respiro que es la vida, adquirimos confianza, logramos aprender a montar un caballo y éste se convierte en un fiel compañero que no nos garantiza éxitos ni grandes oportunidades, pero añade su fuerza a la nuestra en la dirección que pulsamos. La línea nos insta a actuar, a movernos entremedio de las dificultades, mostrándonos un faro, o un mapa como a menudo imagino el I Ching: una cartografía de territorios invisibles. 

Así llegamos al 45, nos reunimos todos en torno a aquella gran represa que nos permite grandes transformaciones colectivas, donde Confucio nos advierte en contra de los robos y malos entendidos, porque no dejamos de ser otros, distintos, sino que voluntariamente suspendemos nuestras individuales en un contrato social al cual todos estamos sujetos pese a que se nos olvida a menudo el para qué. 

Esta respuesta me hizo acordar a una anécdota muy personal que finalmente quisiera compartirles, porque me parece que ilustra el mensaje de una forma gráfica. Mi abuela paterna/madre durante sus últimos años fue desarrollando una cierta demencia senil como muchos otros adultos mayores a lo largo de este mundo. Uno de los primeros síntomas fue que pasaba grandes extensiones del día frente a la televisión, sin poner mucha atención a lo que en ella aparecía. Bastaba que uno se sentara a su lado para que comenzara a preguntar acerca de aquello que miraba y que claramente ya no estaba viendo. Aún así, solía repetir "la tele es mi única compañera" como recalcando el hecho de que se sentía sola y sin embargo cuando alguien elegía acompañarla no lograba despegarse de loa televisión. Su voluntad era mantenerla prendida, pero lo que en ella ocurría era secundario. 

Una tarde de marzo de 2010, tras el terremoto que afectó Chile (no la ciudad en donde yo vivía, donde no pasó de sentirse como un temblor más)  y que a ella no causaban mayor sobresalto, se cortó la luz. Fue un corte que duró horas. Cuando comenzó a oscurecerse ella permanecía frente a la tele, apretando botones con cierto aire de tristeza. Mientras tanto, yo tocaba algo de guitarra.