jueves, 28 de septiembre de 2017

El hexagrama 23 y nuestra resistencia a los cambios

Quienes nos acercamos a estudiar y utilizar sistemas arquetípicos como el i ching y el tarot desde nuestra cultura occidental a menudo manifestamos la tendencia a atribuir una escala de valores. Nos interesa ante todo si el mensaje que recibimos es positivo o negativo, si podremos conseguir o no nuestro deseo, si la sentencia es favorable o desfavorable. Los textos antiguos utilizan expresiones como "buena fortuna" "mala fortuna" y otras que entregan orientaciones generales al respecto que suelen tendenciar nuestras interpretaciones. Hay hexagramas que celebramos, otros que simplemente nos aterran. Hoy me referiré a uno de ellos: La Disgregación.

Pedazos de nuestro ser que son independientes y cuya voluntad tarde o temprano se manifiesta y derrumba nuestra estabilidad.


Ya el nombre nos trae asociaciones terribles. Se trata, literalmente de hacerse astillas. La energía oscura representada por las cinco líneas yin que ascienden a través de los distintos puestos se encuentra a punto de derribar a la única línea firme que permanece en esta situación. El dictamen advierte: no es propicio ir a ninguna parte. Detengámonos ahí.

El libro de las mutaciones habla de la interacción y la alternancia entre las energías fundamentales: yin y yang. Ambas son indispensables para la vida y el curso al menos de nuestro planeta, el hecho de separarlas obedece más a una reducción metodológica  y espacio/temporal que a una oposición dialéctica y tajante. Decimos entonces que la energía yin es receptiva, inmóvil y, por el contrario, la energía yang es creativa, móvil. Se trata de cualidades, comportamientos de una misma energía que alterna entre estas dos polaridades con distinta intensidad, conformando una multiplicidad de ritmos que podemos observar y medir y que no obstante en ocasiones se apartan de la norma.

Cuando se nos recomienza "no es propicio ir a ninguna parte" no se trata de que no podamos, o debamos movernos por alguna clase de imperativo categórico. No nos movemos porque no es momento de moverse, porque lo que se está moviendo es nuestro interior, que se está resquebrajando por dentro.

Sin embargo, como sabemo que la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma, esta disgregación puede equipararse a aquello que ocurre cuando los diversos elementos que constituyen nuestro yo aparecen y exigen su derecho a existir, rebelándose contra esta dictadura de un yo estable y coherente que se ha vuelto opresor y tiránico, que allá arriba ha perdido su contacto y su relación con los otros aspectos de si a los cuales ha tendido a reprimir. Este hexagrama puede leerse como la vocecita de nuestro yo consciente advirtiendo "este orden ya no funciona, deja que se destruya, no te aferres" y como el lado yang es predominante en nuestra cultura nos aterra el caos resultante de esta multitud de vocecitas demandantes.

Resulta muy curioso que pese a esta imagen los dos trigramas constitiuyentes sean la tierra y la montaña, elementos que pueden moverse, hundirse y resquebrajarse a lo largo de eras geológicas pero permanecen inalterables. No podemos reprimir eternamente aquello que esta dentro de nosotros, no nos queda otra que ordenarlo y acomodarlo constantemente de manera que los derrumbes y disgregaciones no sean bruscos. Por lo tanto, este hexagrama será tanto mas desastroso en la medida de qué tan rígidas sean nuestras construcciones e ideas sobre aquello que preguntamos.

Por eso la imagen aconseja: "así los hombres superiores pueden asegurar sus posiciones sólo con generosos donativos a los que están en posiciones inferiores". Este párrafo, atribuido a Confucio, suele confundirnos hasta que un día prestamos atención y nos damos cuenta: el hombre superior es aquel que se separa del pueblo para establecer parámetros de orden, pero no debe olvidar jamás de dónde viene, porque si lo olvida y se aísla cualquier realización que pueda conseguir se termina destruyendo y así ha sido a lo largo de toda la historia de la humanidad. Ocurre lo mismo cuando nuestro interior está lleno de tendencias reprimidas que se vuelven antagónicas: cuando por ejemplo descansamos nuestra seguridad y bienestar en otros, cuando el sentido del deber nos impulsa a anular aspectos de nuestro ser y tantas otras situaciones más.

Lo primero que se disgrega son las patas del catre: perdemos nuestra posición elevada, nuestro modo de vivir se desacredita ante los ojos del pueblo, de los "inferiores" que comienzan a perdernos el respeto. Volvemos a sentirnos a su nivel y mientras más insistamos en conservar nuestras prerrogativas más cierta es la posibilidad de recibir daños. La única salida es volver a adaptarnos a aquello que nos repugna, aprender a alimentarnos y nutrirnos de aquello que en un principio rechazamos, y así volvemos a recuperar nuestra tortuga mágica: nuestra capacidad de adaptación.

Cuando ya nos encontramos al nivel de los "inferiores" quedamos desprotegidos, a merced de sus demandas. Ellos ahora nos miran cara a cara y nos podemos dar cuenta que nuestros mecanismos de defensa son inútiles. Es momento de "hacernos los lesos" o más bien reconocer nuestra completa inexperiencia. Desaprender lo aprendido para poder integrar aquello que se requiere, como lo muestra el hexagrama 4 y poder volver a hacernos cargo de nuestros asuntos, tal vez no como querríamos, sino que como corresponde a nuestra nueva situación.

La tercera línea, a diferencia de las anteriores, es mucho más práctica y empática. Se adapta a su nueva situación sin esfuerzos y encuentra la paz en el silencio y la introspección en el hexagrama 52, el aquietamiento. La situación podría representarse como aquellos revolucionarios que tras ser derrotados encuentran asilo en un convento y sin embargo adentro no encuentran la paz pues en su interior continúa agitándose la arrogancia de sus convicciones que se rehúsan a abandonar.

La cuarta es la advertencia más rotunda, y que resulta más contradictoria al comprobar su mutación. Aquí ya no hay manera de evitar el daño, la fractura, la confrontación. Hemos sido muy rígidos, muy altaneros, tercos y obstinados, la turba nos lincha y pese a ello nos convertimos en mártires de la causa. Si aceptamos el daño como prueba de fe y lo transformamos en una medalla y logramos sobrevivir el progreso seguramente estará a la vuelta de la esquina. En el hexagrama 35, su linea 4 habla de las ratas acaparadoras. ¿Qué otra cosa podemos admirar de las ratas sino su capacidad de supervivencia?

En las dos últimas líneas el sentido del hexagrama cambia. La quinta línea habla de matriarcado, de un cardumen. La revolución ha triunfado, las masas victoriosas y alegres dejan atrás la rabia y disfrutan de su esperado momento de plenitud. Nuestro ego se disgrega, y finalmente se establece el diálogo. Prima la sabiduría, priman los acuerdos, se establece una transición ordenada y recuperamos el orden en la contemplación sabia de quien se conoce a sí mismo, reconociendo cada aspecto de sí y obrando en consecuencia en el hexagrama 20.

Finalmente el hombre terco, el sabio, aquél en las alturas, las cualidades más luminosas y grandes de aquella personalidad que debe destruirse se enfrenta a a la encrucijada de abandonarse a sí mismo, a aquellos triunmfos morales, a todo el legado y el trabajo que luchó años por construir. Es hora de construir otra cosa, porque hay un fruto que aún no ha sido comido y que florecerá a su debido tiempo. Reconocer esta situación implica una tremenda grandeza de espíritu. Renunciar, asumir que ya no se puede resistir más, que es inútil, que se perdió equivale a conseguir el coche, Pretender mantenerse es equivalente a la autodestrucción. No fue el destino adverso, sino simplemente la tozudez.




domingo, 3 de septiembre de 2017

La obstinación y sus matices: el hexagrama 28



A menudo encuentro publicaciones o comentarios a publicaciones donde se discute cuál es el significado correcto de tal o cual hexagrama o qué hexagrama se utiliza para denominar un concepto determinado. Yo adscribo a la opinión de que cada hexagrama es una metáfora que puede adecuarse a casi cualquier situación o posibilidad interpretativa cuyo objetivo principal es entregar elementos de reflexión frente a algún asunto que nos preocupa. Establecer la correspondencia entre pregunta y respuesta  es el recurso que nos permite vincularlas en una explicación constructiva que ayude al consultante a transitar por ese asunto.
El hexagrama 28 “La preponderancia de lo grande” muestra la imagen de un humedal, un ecosistema de transición entre los continentes y las playas que se convierte en refugio de gran cantidad de juncos y líquenes que a su vez albergan los nidos de cientos de especies de aves, muchas de las cuales recorren miles de kilómetros desplazándose de humedal en humedal durante sus procesos migratorios periódicos. Abajo el agua pantanosa (dui, lo alegre) y arriba los juncos que dentro de ella crecen y proliferan (sun, lo suave) Es lo que ocurre cuando eso que nosotros creemos "correcto" deja de serlo, y nos muestra una forma de deshacernos de ello para construir una nueva visión, y también aquellas que nos pueden ayudar a mantenernos aferrados si es lo que deseamos. Porque no deja de tratarse de una opción personal. 
Ellos, los muñecos, persisten en aferrarse a la vida prestada que la artista les entrega.

Los chinos vieron en esa metáfora la imagen de un ataúd, un objeto que sirve como vehículo de transición entre la vida y la muerte, construido precisamente de madera (sun)  que en este caso ha sido arrastrado hacia el humedal (dui) donde tanto el ataúd como el cuerpo se descomponen y permiten alimentar otras vidas. El humedal está lleno de desechos orgánicos que nutren a las plantas y son el medio de reproducción de miles de microorganismos y algas que sirven de alimento a toda clase de insectos, aves, anfibios y criaturas marinas.  
La idea implícita es la de transición. La necesidad de pasar a otra cosa, a otro estado, porque la viga se dobla, porque los cimientos no están firmes. Suele referirse a situaciones estresantes, opresivas, que exigen ser confrontadas porque uno ya no es capaz de pasarlas por alto, porque ya alcanzaron cierto límite. Hay mucha energía ahí, puede que demasiada. Se trata de momentos extraordinarios, y toda la información contenida en las líneas nos sugiere distintas maneras de enfrentar la transición, aprovechar la energía para dirigirnos en pos de algún objetivo o bien dejar que nos desborde y nos enseñe la lección que nos toca aprender.
Por supuesto, antes de que sobrevenga el desborde siempre puede evitarse si uno es extraordinariamente cuidadoso en los detalles. Los juncos necesitan raíces blandas que puedan adentrarse en la tierra seca y firme que está debajo del pantano. La primera línea yin, débil y flexible, se vuelve crucial para permitir que el junco permanezca en su lugar y pueda resistir las crecidas e inundaciones periódicas representadas en el hexagrama 43, el desbordamiento, que a su vez alude al pie descuidado que se hunde en el fango. Los juncos sostienen el humedal, por eso los chinos mediante la observación de este fenómeno ponían una pila de juncos debajo de los ataúdes para afirmar la viga maestra que también representa el hexagrama.
Luego la segunda línea, cuyo texto está cargado del sesgo machista de la china imperial, nos incita a la unión, a establecer vínculos. “Un álamo seco genera un retoño”. Hasta ahí bien. Puede tomarse como una referencia literal a los nutrientes generados por un cadáver que pueden ser reabsorbidos y servir para alimentar una nueva vida, siguiendo con la cadena alimenticia. “Un venerable desposa a una joven, buena fortuna”. Aquí se valora la posible fertilidad de dicho anciano. Bajo el contexto general del hexagrama, puede aludir, entre otras imágenes, a la reactivación de un proceso mediante un suceso inesperado. El hecho de que esta segunda línea, caprichosa, dirija la situación hacia el hexagrama 31 “La influencia” sugiere que la misma energía que hizo caer a ese álamo viejo ofrece la posibilidad de renovación, de un cambio de vida.  
La tercera línea, por el contrario, está más cerca del agua, a menor profundidad y por tanto cede, siendo arrastrada por la corriente, algo muy común en los momentos de crisis. “Peligro” advierte el i ching. La viga se rompe, no logra sostenerse porque no estaba bien firme y bastó la crecida para denunciar la fragilidad de la situación. Hay una terquedad ahí, una dureza que en vista de las circunstancias aparece como una debilidad y puede traer consecuencias no deseadas.
La cuarta línea estaba mejor afirmada y por tanto logra mantenerse en su sitio a duras penas. “No aflojar” traduce Ritsema. Aún podría romperse si la presión es excesiva. Es una advertencia: lograste superar la tormenta, pero no abuses. “Si hay segundas intenciones, es humillante” advierte Wilhelm en su traducción.  Aquí el sujeto reconsidera y logra dejar atrás la terquedad, domina su impulsividad y hace suya la idea del hexagrama de no desanimarse cuando es necesario renunciar al mundo, al punto de vista que uno hasta el momento ha alimentado.
La quinta, por su parte, hace notar el machismo de la época en su contraste con la segunda. Aquí el álamo da flores, no sólo un brote. Las flores son bellas, pero de vida breve. Una mujer vieja (venerable, para Ritsema) encuentra un marido más joven. La mujer ya no es fértil, no dará hijos al joven pero sí puede entregarle refinados placeres. “No hay mácula, no hay elogio” dice el texto. Aquí la interpretación es absolutamente subjetiva, sobre todo si tomamos en cuenta que su mutación nos lleva directo al 32, a  un esquema en constante y continua renovación. Aquí no se produce directamente una vida nueva, sino en forma indirecta a través de las semillas que soltarán las flores y desde el pragmatismo de los comentaristas del i ching esta opción  pareciese ser menos deseable.  
La sexta línea débil representa el agua al desbordarse. “Del excesivo vadear el peligro, sin falta”. El peligro radica en ahogarse, quedando hundido per sécula durante este momento de exceso porque no logró adaptarse a la situación y se mantuvo en su postura firme e inalterable. Consuelo de tercos que al verse superados por las circunstancias se aferran a su capacidad de persistencia aunque las consecuencias pudiesen perjudicarles. Las consecuencias desfavorables vienen desde el hecho de aferrarse a un dogma, a diferencia de la línea 3, que es simplemente caprichosa y obstinada. Por eso “no hay mácula”. Esta es la línea que representa a los mártires, aquellos que se sacrifican a sí mismos en pos de un interés superior.