viernes, 4 de enero de 2019

La sociedad occidental desde la mirada del I Ching: el hexagrama 56

Durante el 2018 me he referido muchas veces a lo largo de este blog a nuestra tendencia a asignar valores absolutos a la hora de entender los hexagramas del i ching que aparecen en nuestras consultas, que nos lleva a evaluar las respuestas recibidas en términos de "buenas" o "malas" "favorables" o "desfavorables". Las abundantes traducciones que se han hecho de la traducción del sacerdote adventista alemán Richard Wilhelm han contribuido a diseminar los términos "buena fortuna" "mala fortuna" los cuales refuerzan dicha costumbre.

Dichas afirmaciones también encierran un juicio implícito, y pueden llevar a suponer, no sin justa razón, que existe en mis escritos una tendencia a abjurar de nuestra cultura occidental, lo cual paradójicamente sería un sesgo muy occidental de mi parte. Nuestro idioma está construido de conceptos absolutos, de dicotomías y oposiciones que constantemente entran en conflicto en diversas áreas de nuestras vidas. Muchos de estos conceptos son grandes y abarcadores, otros son pequeños y específicos, y aspiran a la totalidad.

El fuego que siempre arde en la medida que lo alimentemos


"Libertad, igualdad, fraternidad" fueron los grandes pilares de la Revolución Francesa que derrocó a las monarquías absolutas y fue el puntal de lanza para que los estados nacionales basados en constituciones, el primero de los cuales fue Estados Unidos, se diseminaran a lo largo del globo. Nos enteramos de lo que ocurre en el mundo a través de medios de comunicación que funcionan bajo la noción de verdad y son fuente constante de diferencias de opinión y grandes discusiones en las cuales nos limitamos a adscribir a una u otra posición, Las historias que consumimos están construidas en torno a héroes y villanos, herramientas como el tarot y el i ching son utilizadas frecuentemente en pos de nuestro bienestar. Ese es el mundo en el que vivimos, más allá de las opiniones que podamos tener.

Yo soy un hombre mestizo de clase baja del tercer mundo que ha desarrollado una postura crítica con respecto a muchos de estos aspectos y otros tantos, pero inevitablemente soy hijo de esta cultura y tiendo a reproducir algunos de sus mecanismos en mis discursos. Como estudiante del I Ching me he encontrado con una manera distinta de ver el mundo, donde todas estas contradicciones y oposiciones a las cuales estamos sujetos tienen su lugar y su razón de ser, donde el mundo es un lugar fluido y sujeto a constantes interpretaciones,. Pese a ello reconozco mis límites, y dentro de mis puntos de vista existen también concepciones rígidas que tiendo a afirmar construyendo las verdades que me hacen sentido. Lo importante es aprender a desaprender, pues ello nos permite acceder a puntos de vista distintos, a otras experiencias de vida, otros aprendizajes con los cuales podemos o no comulgar, y el infinito intermedio que representan estos 64 hexagramas que muchos utilizamos como guía y mapa para no extraviarnos.

Por ello se me ocurrió comenzar las entradas de este 2019 preguntándole al i ching respecto a su visión respecto a nuestra cultura occidental. Sobreentendiemdo que el i ching me entrega la respuesta que yo necesito comprender y compartir sobre la cual podemos intercambiar nuestras opiniones, el i ching me respondió con el hexagrama 56: El Andariego, mutando al hexagrama 30, lo Adherido, el fuego.

Somos buscadores incansables de verdades en territorios ajenos a nuestra experiencia, deambulando de un lado a otro incansablemente, en constante movimiento. Encendemos fuegos en la montaña que pueden ser apreciados a quilómetros de distancia hasta que se apagan y nuestros rastros se cubren. Desde nuestras montañas apreciamos el paisaje, nos hacemos ideas sobre el mundo, sobre nuestras experiencias, sobre las cosas que nos rodean y desde lo alto todo parece verse muy claro hasta que el fuego se apaga y volvemos a la oscuridad, a la incertidumbre que nos impulsa a desplazarnos. Nuestros libros de historia son un conjunto de modas y tendencias que se suceden unas a otras en interminables eslabones que se remontan hasta tiempos inmemoriales, encontramos en los registros, en los restos arqueológicos, en los relatos y en las tradiciones ese fuego que nos abriga y nos calienta, nos hace sentir seguros, pertenecientes a algo que en el momento menos pensado se nos agota, y sin embargo no cesamos de buscar, si me permiten la metáfora.

Vámonos al dictamen:

Transitar lo pequeño: Crecimiento.
Transitar Prueba: propicia.

O si prefieren, a la versión del sabio adventista Wilhelm:

El andariego, éxito por lo pequeño
Al andariego la perseverancia le trae ventura.

Venimos al 56 después del 55, de aquella claridad rotunda que nos embarga de nostalgia, nos dirigimos al 57, a la suave y constante penetración en nuestras profundidades. Nuestro caminar nos pone a prueba, cada nuevo descubrimiento genera una nueva pregunta, esa nueva pregunta expande nuestras posibilidades y deambulamos en medio de una realidad en constante desarrollo, en constante revisión, una realidad que no es estable. Los nucleares son Sun y Li, le hija mayor y la menor, la suavidad y la alegría. El caminar nos lleva a investigar, ese investigar nos lleva a conectarnos, a reunirnos. Es un andar que a ratos se hace cansado y pesado, que exige la atención en los detalles, en cada pequeño recoveco del camino. Ser cuidadoso en las palabras y en los actos. 

Al moverse la línea 1 el i ching nos recuerda que apenas empezamos a caminar. Claro,  se nos olvida que en términos planetarios dos mil años no son nada, y el oráculo así nos los advierte: 

 a) Transitar: fraccionar, fraccionar.
Escindir el lugar de uno, apoderándose-de la calamidad.
b) Transitar: fraccionar, fraccionar.
Propósito agotado, calamidad por-cierto.

O nuevamente, a la manera de Wilhelm: 
Cuando el andariego se dedica a nimiedades
atrae sobre sí la desgracia.

Esas nimiedades de las que habla Wilhelm son las nimiedades propias del rescindir, del separar, del divorciar y desmenuzar. Es tomarse demasiado al pie de la letra el dictamen de tornarse a lo pequeño. La acción de separar y mantener separadas las esferas, los conceptos, los caminos en nuestra búsqueda de verdades. Es curioso cómo aún al adoptar el monoteísmo cristiano naturalmente aparece el protestantismo, luego los luteranos, los evangélicos, los testigos de jehová y cientos de permutaciones que compiten entre ellas. Veinte o treinta años atrás, cuando empezó a masificarse el internet, había un montón de servidores de correo electrónico y sin embargo tendemos a usar google, yahoo o hotmail (al menos en mi país). Podemos encontrar un montón de ejemplos de cómo tendemos a separar y a quedarnos trabados arrimados a un buen árbol y nos olvidamos del resto del  bosque hasta que ese árbol se nos incendia y vamos hacia otro. 

Es la historia de nuestra cultura y la fuente de nuestro deambular en torno a ese fuego que nos da calor y nos ayuda a preparar el alimento, pero que también nos quema y arrasa nuestras estructuras. Ese fuego que en la interpretación del i ching es la luz que entra a través de nuestras pupilas y nos permite ver, la chispa divina que nos da vida para los judeocristianos, la luz y la verdad que en el tarot está representada por el arcano número 5, ese sumo sacerdote o hierofante que es el puente con lo divino y es el motor que nos impulsa a caminar desde que dejamos el jardín del edén, si aceptamos la metáfora bíblica. Esta respuesta ofrece un torrente infinito de metáforas posibles, en lo personal me detendré aquí. 

 

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