El I Ching, como todos los
sistemas oraculares a lo largo de las culturas terrestres conocidas, es un
libro de metáforas, que nos dirá muchas más cosas a medida que aceptemos que
cada imagen ofrece un sinfín de posibilidades de interpretación.
Dicho esto, sólo nuestra propia
experiencia nos irá mostrando cuáles interpretaciones se ajustan en mayor o
menor grado a nuestras preguntas, y existen personas que van desarrollando una
sintonía especial para encontrar aquella que se ajusta más a cada situación. En
lo personal, creo que dialogarlas enriquece nuestra colección de metáforas, por
ello a lo largo de mi camino utilizando este oráculo de forma terapéutica no
destaco como uno de mis atributos la precisión sino estimular la capacidad de
reflexión y resignificación de los hechos.
Por lo tanto, quisiera ofrecer un
ejemplo de ello utilizando la entrada que escribí respecto al 2020, la cual
puede revisar aquí
.
Con todo el mundo detenido de una
forma u otra por la pandemia del Covid-19, cualquiera de ustedes podría decir,
con justa razón, “esa predicción no da cuenta de ello”. Alguien, más
observador, podría decir “está implícito, pero no fue capaz de verlo”. Jugaré
con ambas posibilidades.
A primera vista, sigo no encontrándole
sentido evidente. Asociar una mutación del virus de la gripe común, que se
transmite por contacto de fluidos y que nos obliga a estar encerrados en casa,
alejados de todo contacto físico, incluso de nuestras fuentes de trabajo, al
revelador arquetipo del fuego, que en el I Ching es la luz que entra por los
ojos, la llama que se enciende cuando encuentra un combustible, el fervor que
cultivamos cuando nos contagiamos de alguna idea que encontramos fértil…
Quizás el arquetipo no esté tan
alejado de la situación después de todo. ¿Verdad? Simplemente requiere mayor
esfuerzo, alejarse de las lecturas obvias.
Y es que cualquiera de los 64
hexagramas nos aporta un punto de vista acerca de aquello que preguntamos,
cualquiera. Sólo basta aceptar sus posibilidades implícitas y aplicarlas a
nuestra pregunta particular, sin dejar que nuestras expectativas o miedos nos
distraigan del hecho de que cuando consultamos elegimos someternos a un sistema
donde la vida está representada en 64 momentos que derivan de un principio
fundamental: lo importante es el movimiento entre ellos, el cambio. Por eso se
llama libro de los cambios.
En el tarot, discurrimos a través
de imágenes, muchas de ellas de personajes y objetos a través de los cuales el
arcano 0, el loco, va encarnando en el mundo físico en su camino hacia el
arcano 22, el mundo. En el I Ching, no hay un personaje, es simplemente el pulso: dia/noche, ruido/silencio,
abierto/cerrado. Es la alternancia lo que entrega el sentido de los símbolos, y
cando fijamos un hexagrama como respuesta a nuestra pregunta, lo que obtenemos
es una fotografía, que congelamos de este flujo para observar a la distancia
sus detalles y particularidades.
Nuestra matriz cultural nos
enseña a definir, a categorizar, a separar, a especificar, a desconectarnos
unos de otros, a limitar nuestro campo de acción para que el quehacer no se vea
interferido. El mismo I Ching nos enseña, en su hexagrama 60, que las
limitaciones son penosas, pero necesarias, porque nos ayudan a ordenarnos.
Concordemos entonces que la
limitación es una necesidad práctica.
Segundo principio: mientras más
alejados del asunto, se multiplican nuestras posibilidades de interpretación.
La especificidad, el puntillismo, nos ayudan a enfocarnos. Si preguntamos por
un asunto que se encuentra dentro de nuestro espacio de experiencia será mucho
más probable que el mensaje recibido sea provechoso. En este sentido, quienes
nos dedicamos a mediar entre el oráculo y el consultante cumplimos la función
de enfocar o ensanchar, dependiendo del caso, el alcance del mensaje.
Tercer principio: toda regla
tiene su excepción, como todo yang tiene su yin. Las líneas yang funcionan en
lugares impares, las líneas yin funcionan en lugares pares, excepto.
Siempre existe otra posibilidad
que no hemos visto. De esto pueden dar fe todos los usuarios de i ching que no
entienden una respuesta hasta que la situación por la que preguntaron
efectivamente sucede y entonces ven ese matiz que en su momento no vieron
verificado en los hechos. Se me ocurre un paralelo a la escritura de una
novela: primero tienes el argumento, el arquetipo que vas a mostrar, y una
cierta estructura de capítulos, cierto lenguaje que te interesa trabajar. Luego
partes, en la escritura van apareciendo otras cosas, y si sí lo permites, ese
argumento también muta en otra cosa. Lo que nuestra idea original pretendía ser
va encontrándose con la experiencia, con el habitar la idea, y así se
actualiza. Y una vez redactada, vas perfilando y embelleciendo los detalles con
mayor o menor capacidad o fortuna hasta que en algún momento decretamos “basta,
ya está” o surge una idea nueva, o cambian nuestras circunstancias o qué se yo.
Eso fue lo que me pasó con aquella
consulta a la luz del Coronavirus. No tengo aún respuestas claras, lo que
comparto son apenas bocetos, intuiciones, de lo que probablemente en diciembre
sea un cuadro mucho más acabado.
Se me aparece que de acuerdo a la
astrología 2020 marca un fin de ciclo, y en la secuencia de Fu Hsi el hexagrama
30 Li, Lo Adherido, concluye la primera parte del libro. Al representar al sol,
el fuego también es descrito como ese punto de referencia en torno al cual
giran los planetas. Una vez leí, y me hizo mucho sentido, que de las cualidades
humanas Li representa la consecuencia y también a sus excesos. ¿Cómo cabe una
pandemia en esta estructura?
El Covid-19 no es un virus nuevo,
pertenece a una cepa que ha ido mutando a lo largo de los últimos años. Al ser
una pandemia, nos recuerda que las pandemias son una constante cíclica e n la
historia de la humanidad, una más de las cosas que la humanidad quiso pensar
que había eliminado gracias a la ilustración antropocentrista y al desarrollo
del método científico como forma de abordar los grandes problemas desde una perspectiva
racional. De tanto sentirse arrastrado de un punto a otro incontrolablemente en
el hexagrama 29, necesitamos encontrar un eje, un punto de referencia. En esta sociedad
tan rápida, donde apenas tenemos tiempos para tomar conciencia de quienes somos
porque hay tantas metas que perseguir, para poder sintonizar con un punto de
referencia era necesaria una detención, una purga, un fuego metafórico que
consuma las cenizas de ese viejo orden.
Entonces, la lectura podría
sugerir que el Covid 19 representa precisamente ese fuego que nos permite
terminar con un ciclo materialista y mecanicista que parecía un cuento de nunca
acabar y nos obliga, desde la urgencia, a replantearnos qué tipo de sociedad
queremos, si nos gusta esta, si intentamos otra, si revivimos viejas
ideologías, si nos convertimos en cruzados fanáticos o finalmente comprendemos
que todas las posibilidades tienen su momento y su hora de manifestarse, y que
todo lo que se expande está destinado a contraerse.
¿Y qué vendrá después? Esa fuerza
irresistible que nos reúne por afinidad natural en el 31 y la conciencia de que
sólo el cambio es lo permanente en el 32, que el aire en la atmósfera sopla más
o menos fuerte en diversos lugares, con más o menos partículas distintas
contenidas en su estructura pero siempre presente.
Agregar algo que una maestra que prefirió quedar en el anonimato notó: Sol/corona/Coronavirus, y recordarles a todos que en esa lectura salen marcadas las líneas 1 y 3, ambas Yang: la primera nos saca de la zona de confort y la tercera nos remarca que estamos frente a un final de ciclo, y que alternativamente gozaremos y lloraremos ante esta crisis, que nos lleva al 35.
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