Un larguísimo espacio de tiempo separa esta entrada de la anterior. Durante este tiempo mi atención estuvo enfocada en experienciar el cotidiano y encontrar en él las metáforas que los antiguos chinos urdieron y plasmaron en el libro de los cambios, cuya atemporalidad le permite interpelarnos desde nuestras interrogantes, nuestras percepciones y la forma en la cual las decodificamos mediante toda clase de aparatos y producciones culturales que no terminan siendo ni más ni menos que la forma que elegimos para hacerlas inteligibles a nuestras experiencias.
Pues bien, el 2023 no hubo una tirada personal para el año, la primera pausa después de casi 5 años. Sin embargo, ahora que este ciclo gregoriano se acerca a su final decidí retomar la costumbre y formar un hexagrama que pueda hablarnos de los arquetipos que marcarán el ambiente y la pauta contextual para el año que viene, por supuesto de manera muy general y abstracta. Cada uno de nosotros, sin duda, lo experimentará de muchas formas distintas, no pretendo agotarlas todas, y más de alguno realizará sus propias interpretaciones desde sus distintos contextos, y todas ellas se enfocarán en un aspecto diferente. Aunque difiramos, aún así, mientras más interpretaciones leamos, más amplia se volverá nuestra perspectiva, e inevitablemente, terminaremos discerniendo patrones espontáneos, porque el i ching no es más ni menos que la permutación de los aspectos binarios de nuestra realidad.
Y bajo este marco, el hexagrama para el 2024 es el hexagrama número 13: La solidaridad entre los hombres.
Concordar las Personas, tendiendo-hacia la campiña. Crecimiento.
Cosechante: vadear el Gran Río.
Cosechante: el chün tzu, Prueba.
Este hexagrama está conformado por los trigramas Li, lo adherente, el fuego al interior. Una claridad interior en un punto de vista que está definido por la línea 2, íntima, cotidiana al interior del hexagrama. Se trata de motivos primales, que tienen que ver con la supervivencia, amenazada por toda clase de fuerzas hostiles que se sienten infinitamente superiores a nosotros y bajo las cuales apenas tenemos la paciencia para discernirlas si no es dentro de este espacio de intimidad, frágil y limitado, cuya existencia nos entrega sentido. No se trata de grandes ideas, nobles y abarcadoras, sino de cuestiones prácticas: los efectos del calentamiento global, la absoluta invasión a nuestra privacidad, el creciente desarrollo de las inteligencias artificiales que existen, a diferencia de nosotros, más allá de un cuerpo. Y a fin de cuentas, como seres humanos, el cuerpo es el único refugio que nos queda, aún bajo el constante bombardeo de tecnologías que en sólo 20 años han transformado radicalmente nuestros modos de vida trayendo consigo el resurgimiento de ideas oscurantistas que en algún momento de la decada de los 90 muchos, ingenuamente, creímos erradicadas por completo.
Estas ideas se desarrollan, se expanden y se comparten en contextos más o menos amplios y se transforman en refugios colectivos dentro de los cuales nos sentimos seguros: causas sociales, videojuegos online, agrupaciones deportivas, y por qué no, asociaciones ilícitas, carteles, sectas y subculturas que se reproducen en torno a este bullante y cada vez más gigante espacio social cuya monstruosidad enorme muchas veces nos hace sentir quizás frágiles e insignificantes.
Pero en el 13 la principal característica de estos refugios es la libertad de acción y la ausencia de exigencias para participar en ellos. No existen líderes ni vínculos secretos, el peligro ya lo conocemos: no podemos correr el riesgo de transformarlas en dogmas que exigen fidelidad o devoción: si esta devoción no surge en forma espontánea no puede ni pretende ser causada o manipulada. Muchos ya estamos cansados de ser manipulados por nuestros modelos sociedades, y poco a poco nos vamos cansando del sinfín de recetas fáciles y milagrosas para salir de aquello, y nis damos cuenta que nuestro aquí y ahora es lo único que tenemos, y sólo podemos confiar, no aferrarnos. Y ahí está la trampa. Porque hemos sido educados dentro de una cultura que busca apropiarse de los objetos del deseo, reclamarlos para sí como un derecho, como una verdad incuestionable bajo la cual aún es posible, y muy sencillo, manipular masas. Salvadores mesiánicos que dicen las cosas como son y se enfrentan a la degradación de un status quo que se resquebraja cada día bajo nuestra absorta mirada y que no sabemos cómo ponerle fin. El secreto parece estar dentro de lo cotidiano.
Un hexagrama del i ching puede entenderse como un territorio a explorar: entramos en la línea inferior sin saber nada, en este caso impetuosos, ávidos de encontrarnos socialmente, movidos por la necesidad de percibir más allá de nosotros mismos, sin mayores expectativas, sin compromisos de por medio. En la segunda encontramos nuestro lugar seguro, intimo, acogedor pero todavía muy limitado. En el 13 la dos es yin, enfatizando la idea de descanso y tranquilidad, pero el riesgo está precisamente en que, cegados por esta sensación de confort y calor olvidemos que hay un mundo mucho más grande afuera y nos perdamos de otros puntos de vista distintos. “El sueño de la razón produce monstruos” plasmó Goya en una de sus pinturas.
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Ante este panorama solo nos quedan los otros. |
En la línea 3 nos atrevemos a aventurarnos más allá de esta sensación de confort, de la cual ya hemos sido advertidos que nos nos podemos apropiar, y entonces nos vamos al extremo contrario: empezamos a desconfiar, nos invade la paranoia y vemos enemigos en donde no los hay, sospechamos de los motivos ocultos y nos mantenemos a la guardia, tensos, y así nos cansamos y agotamos en esta tensa y frágil línea yang.
Al ampliar nuestra perspectiva adquirimos finalmente la neutralidad, una vez superada la paranoia reconocemos la fuente de nuestro rechazo en nuestra propia fragilidad y adquirimos una mirada ecuánime, equilibrada, cordial y algo distante en la línea 4, firme en sus convicciones sin necesidad de imponérselas a otros, cada quien desde su propio camino, pero al mismo tiempo compartiendo la necesidad y el apoyo.
Y después de experimentar este territorio en todas aquellas dimensiones y niveles, ese camino espinudo finalmente puede permitirse un vínculo más íntimo a partir de la acumulación de experiencias comunes, apegos infantiles, malos entendidos y enfrentamientos dialécticos cuya función es permitir la construcción de un lenguaje claro y común que nos permita converger desde aquello que nos reúne y también todo el aparato sociocultural que nos separa.
Más allá, en las alturas ideales de la línea 6 quizás luego de ese instante sublime de comunión sea imposible no tomar conciencia de su finitud y volvemos a sentirnos como al principio, solos y desamparados, enfrentados a la realidad aplastante de lo frágiles que son nuestros refugios frente a todas las experiencias inexorables e inexplicables que trae consigo el existir, pero eso sólo si insistimos en ir más allá del momento puntual que habitamos juntos.
Conciencia del otro más allá de nuestras islas socioculturales: ése es el gran desafío para esta nueva vuelta al sol. Para ello, es preciso primero que nos familiaricemos con nuestra propia conciencia insular. Depende de que cada uno de nosotros sea capaz, primero, de habitar su propia piel y no asumir aquello que percibimos como una verdad universal.
En 12 meses más veremos cómo lo hemos experimentado.
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