El hexagrama 62 puede sentirse como un estado muy incómodo
del ser, aquél donde el sujeto sabe que no posee la fuerza suficiente para
realizar sus objetivos, pero que es propicio no dejar de prepararse para así
reunir fuerzas. La condición aquí es renunciar a la voluntad, o más bien ser
estratégicos. Una cosa cada vez, engullir sólo lo que se puede morder sin dificultad,
en un momento que al ego puede resultar algo conformista y mediocre.
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Estamos en el pasillo, recorriéndolo. Nada más existe que el pasillo |
Se pide un realismo
desapasionado, una atención escrupulosa a los detalles. No arrancarse al
universo incierto de las proyecciones, permanecer ahí donde se está, en la
incertidumbre, en la incerteza. La obstinación conduce a peligros, a
incomodidades que a veces es necesario experimentar para incorporar
definitivamente aquel registro a la memoria experiencial.
La primera línea débil es ligera,
atarantada, apresurada en volar y por eso cae. Sin embargo, la caída lleva al sujeto al hexagrama 55, donde el aprendizaje es inmediato y vivencial.
La segunda línea receptiva utiliza
la energía precisa para agarrar un ritmo definido y constante, con mucha
dulzura. Silenciosamente el sujeto desarrolla un sistema, una rutina alimentada y mantenida por la costumbre en el hexagrama 32.
La tercera línea fuerte disipa su
fuerza y se sujeta a las circunstancias, se descuida y cae a merced de la
dificultad. En los textos se habla de indolencia, de no tomar el peso correspondiente a la situación, que en el 16 se desata sin que podamos hacer mucho al respecto.
La cuarta línea fuerte se somete
a las circunstancias con escrupulosidad y diligencia, sencillamente encuentra
su camino si logra disciplinarse en lo pequeño. Al avanzar el sujeto lo hace con modestia, llegando al hexagrama 15
La quinta línea ligera logra
abrir su percepción y dar con la clave a través de su receptividad que le
permite resolver la situación a partir de factores inesperados que ingresan
libremente anunciados por el hexagrama 31.
La sexta línea débil se excede en
su volar y es atrapada irremediablemente por un tiempo, pierde su refugio y se
ve obligada a andar a la deriva sin descanso. Un viaje particularmente espinudo
de crecimiento espiritual a través de una serie de incomodidades que aparecen fruto
de nuestra propia impaciencia, representado por el hexagrama 56. Esto es lo que sucede cuando forzamos las cosas
en momentos en los que no tenemos la fuerza necesaria.
Nuevamente podemos comprobar cómo el i ching se resiste a
someterse a las categorías binarias como “es un hexagrama positivo” o “es un
hexagrama negativo”. Lo positivo y lo negativo derivan de las viejas fórmulas y
se someten inexorablemente a nuestros puntos de vista. Cada línea es una
predisposición, que está presente en nuestro caminar, y el i ching nos permite
observarla, desnudarla, interiorizarla y decidir en consciencia ¿Seguimos la
tendencia o nos detenemos y no provocamos ese cambio? ¿Es necesario que
experimentemos esa situación o podemos evitarla? El sujeto de la línea 4 del
hexagrama 43 “Abrirse paso” se hace consciente de su propio mecanismo de
pensamiento y descubre que ni aún sabiendo que no es necesario va a dejar de
enredarse y tiene que caer en el abismo para de una vez por todas comprenderlo.
Me pareció muy bueno, gracias. Sobre la sexta línea el perder el refugio permanente puede ser una oportunidad de abrir nuevos caminos, así como pensar que "no todo errante anda perdido" como dijo un escritor, andar no siempre es a la deriva, suele ser un movimiento impulsado por una fuerza interior.
ResponderEliminarClaro, el errar del 56 es un poco inevitable, de alguna manera todos somos errantes abriéndonos camino en medio de lo desconocido. Particularmente el errar desde la sexta del 62 viene después de caer en las redes del cazador al elevarse demasiado. He leído comentarios donde esta línea es considerada una de las más nefastas. Sin duda lo es para los porfiados!
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