martes, 5 de junio de 2018

El hexagrama 48 y aquello que no cambia

El concepto de esencia se ha prestado para innumerables discusiones filosóficas a lo largo de la cultura occidental. "Quiénes somos" es una pregunta ineludible y cuya respuesta se ha abordado desde múltiples aristas y a la cual, como tantas otras interrogantes, nuestro viejo amigo i ching ha respondido. Por cierto, es necesario señalar que el oráculo siempre responde a cuestiones filosóficas desde el contexto y la realidad que el consultante se ubica, enfatizando ciertos aspectos útiles para el provecho particular. El i ching no adscribe a ninguna corriente en particular, y sin embargo entre sus símbolos podemos encontrar asombrosas correspondencias con aquellas formas que nuestra cultura ha "descubierto" en sus milenios de historia.

En medio de un foro/tocata organizado por un colectivo feminista en una plazuela urbana de un sector de clase media acomodada de Santiago de Chile se lanzó la pregunta "¿de dónde venimos?" Y el i ching respondió con el hexagrama 48, "El Pozo".

Los chinos desarrollaron pozos como éste, sin embargo su estructura metafórica es universal.


 El pozo es, ante todo, una invitación a mirarse hacia adentro. A dejar que las raíces se hundan en la tierra y extraigan de ella el líquido subterráneo, condición ineludible para conformar una ciudad. En estos tiempos de feroz individualismo se nos olvida que las ciudades nacen ante todo como construcciones colectivas que permiten satisfacer las necesidades básicas de alimentación, protección y abrigo. Son estructuras artificiales que delimitan un territorio y lo hacen familiar para un grupo de personas que se organizan para sacar agua de aquel único pozo, primigenio e inevitable, que no podemos transportar ni llevarnos consigo.

Sin importar nivel social, género, edad, credo o religión todos necesitamos agua de ese pozo que algunos podrán llamar "alma", "esencia", "Dios", "constitución", "ley", "dogma", "yo" entre muchas otras variables para monopolizarlo y hacer acto de apropiación. Es acaso la pieza constituituva de nuestra personalidad, aquellos aspectos que se mantienen constantes a lo largo de nuestra vida y nos hacen únicos e insustituibles, seamos quien seamos. Aquello que nos define y de cierta forma nos limita.

En algún momento de nuestras vidas todos sentimos ese llamado a descubrir qué somos, por más que nuestras culturas hayan desarrollado una amplia variedad de respuestas. La nación, el lugar de nacimiento, una ideología, una identidad sexual, un club deportivo, un sueño, un estilo musical, una clase social o aspiracional, una profesión, un oficio son algunos de los sucedáneos que nos hemos inventado, que nos agrupan en torno a algo más grande. El entramado que agrupa los diversos aspectos múltiples y cambiantes de nuestro yo, nuestras edades que en nosotros quedan, nuestros miedos y anhelos.

El libro de las mutaciones es elusivo en cuanto a enumerar, sólo nos dice que este pozo no se puede cambiar y que existen dos riesgos: quedarnos en la superficie cómoda o atarantarnos a profundizar y perder el esfuerzo por falta de rigor. Ante todo, implica penetrar, como nos muestra el trigrama inferior sun, y permanecer en el flujo, como nos muestra el superior kan el agua. Dentro de él podemos encontrar una confortable ilusión, como nos muestra el nuclear inferior lago, o un dogma iluminador, como lo hace el nuclear superior fuego. Todas las hermanas, las energías yin, las posibilidades activadas por el fluir del agua inquieta, que no se queda con lo que le dicen y lo arriesga todo porbir en pos de sus respuestas.

Nos dice que "de dónde venimos" puede aclararse en este momento de introspección, de mirarse hacia adentro más allá de lo que hemos aprendido y reproducimos en nuestro socializar. Un momento solemne, profundo, al cual llegamos después de experimentar la desazón en el 47 y nos lleva a intentar la muda en el 49.

No nos asegura, sin embargo, que esa agua esté limpia y fresca. En la línea 1 nadie bebe de esa agua turbia, condicionada por la educación que recibimos en el 5. No estamos preparados para la tarea aún. En la línea 2 desconfiamos, estamos demasiado ocupados sobreviviendo en el aquí y ahora y sin embargo nos invita a la calma.

Las lineas centrales de este hexagrama son particularmente angustiosas en su transcurrir. La tercera al beberla nos trae la amarga conciencia de nuestra individualidad, nos hace sentirnos aislados y desaprovechados, detentores de verdades únicas e irreproducibles, iluminados y visionarios incomprendidos cuya naturaleza nos aleja del resto de la humanidad, lo cual por cierto es lamentable y nos ata de manos en el 60. Por su parte, en la cuarta voluntariamente nos retiramos a nuestra interioridad, superamos la angustia y comprendemos que la introspección es necesaria, un refugio a salvo de la tormenta por mientras logramos alcanzar e inspirar a los de abajo en medio de los tiempos convulsionados y urgentes del 28.

En nuestra respuesta, sin embargo, se manifestaron las dos líneas superiores, las únicas donde este líquido vital llega directo hacia nosotros. En particular la quinta donde, libres de nuestro ego, comprendemos que el adentrarnos en nuestro pozo individual y arquetípico se encuentra indivisiblemente ligado a lo colectivo, al ascenso del 46 y la sexta donde el pozo es de libre acceso para quien quiera utilizarlo y finalmente nos logramos extender orgánicamente como ramas del mismo bosque, perdiendo el sentido de propiedad y la hacha en el arquetípico 57, que nos regresa al alma colectiva y recuerda a nuestro ego que es un aspecto más del sinfín de manifestaciones de la energia en su fluir.

Ambas líneas al mutar, el fuerte soberano y el dócil sabio que determinan un pozo libre de empantanamientos, de miedos instintivos y de las cadenas del ego, nos invita en el 18 a trabajar juntos en aquello que está corrompido, compartiendo nuestras búsquedas, nuestros dogmas y saberes en la construcción de algo nuevo, y distinto, que sin embargo alguna vez ya ha sido experimentado por la humanidad aunque no existan registros de ello. A veces, nuestro espíritu, o algo dentro de nosotros recuerda, quizás esta misma agua del pozo.




miércoles, 18 de abril de 2018

Hexagrama 5 y el educarse

El i ching es un lenguaje que retrata estados y situaciones, ofreciendo una amplia gama de interpretaciones, desde las más obvias hasta algunas sorprendentes, que se alejan del sinfín de comentarios que nos han llegado a través de las distintas traducciones que nosotros, de habla hispana, hemos recibido.

Acabo de sorprenderme cuando le pregunto, a raíz de algunas interesantes conversaciones que he mantenido con un par de amigas compañeras de camino, "qué entiendes por educación".


Ciertamente educarse no es sentarse en un pupitre, escuchar a un profesor y memorizar materia para una prueba.


En esta versión, la educación es La Espera.


En nuestra sociedad se suele pensar la educación en términos de recibir conocimientos y herramientas. En mi país las discusiones más visibles en torno al tema giran en torno al lucro, a la malla curricular cada vez más estrecha pese a la creciente cantidad de ho ras que pasan los niños en el colegio, a las condiciones laborales de los profesores. 

Para los usuarios del i ching, el hexagrama que alude más directamente esta cuestión es el 26, la fuerza domesticadora de lo grande. En términos más abstractos, asociamos la idea de educación a la de alimentación, y tenemos el 27, las comisuras de la boca, el 48, el pozo, el 50, la marmita. Confucio, o sus comentaristas, hablan del 29, el conocimiento líquido, que fluye como el agua en su interminable ciclo, y también el peligro, porque el conocimiento puede ser peligroso no sólo para quien domina porque sabe a seres que no saben, sino para aquél que sin saber actúa como si supiera y termina entrampado en el abismo. No se trata tampoco de encerrar el conocimiento en las cárceles rigidas de las academias y las disciplinas y determinar que sólo certificándose se aprende, sino de estar consciente de que el saber sin experiencia es una aproximación que no nos garantiza nada, sino que nos prepara para afrontar lo siempre desconocido. Quien se sube al carro del saber para alcanzar certezas tarde o temprano termina tropezando en el foso de la experiencia. 

En el 5 el cielo, lo creativo, ocupa el lugar de la tierra, mientras que el agua, lo abismal, ocupa el lugar del cielo. Es una imagen de lluvia, entre otras cosas. 

El ojo está puesto en cómo recibimos ese alimento líquido, dúctil y potencialmente peligroso, que recibimos desde el cielo por el cual transita condensado en forma de nubes. Imposible que no se nos vengan a la cabeza las nubes de almacenamiento virtual que se nos ofrecen en internet, donde acumulamos gigas de información. 

Por otro lado existe una avidez de aprender, de incorporar las herramientas que nos permitirán cumplir nuestra función transformadora del mundo. Los humanos, para bien y para mal, somos transformadores. Nuestra parte yang, creativa, nos separa del resto de los animales que se someten a la oscura abundancia del yin, que nos provee de alimento y estímulos. 

Este hexagrama y su espejo, el 35, son ejemplos tremendos de lo paradojico que puede resultar este libro para mentalidades occidentales. ¿Cómo es posible que dos trigramas yang, impetuosos y llenos de energía, nos ofrezcan una imagen tan yin, tan receptiva?

Porque claro, el dictamen nos anuncia que es provechoso cruzar la gran agua, y nos advierte "si eres sincero, tendrás luz y éxito" pero no es llegar y cruzar la gran agua, sino que es preciso aguardar y no precipitarnos.

Usted no está para descubrir nada, deje que nosotros le mostremos como mirar y así no se va a entrampar y se evitará problemas. De eso se tratan las construcciones colectivas de saber que se reproducen a través de la educacion institucionalizada a lo largo del mundo. 

En la línea uno, el sujeto aguarda, su ímpetu se detiene y en ese aprender empieza a mirarse hacia adentro y descubre en sí mismo el reflejo del conocimiento que recibe en el 48. Un pozo viejo, del cual no se bebe, porque es como mirarse el ombligo. Es un receptor pasivo, el alumno que calienta el asiento, y sin embargo es la clase de sujeto que recibe la información y no es capaz de procesarla. El sujeto que no aprende dentro de un aula, pero que tampoco se lo cuestiona. Un hombre sencillo, o simplemente ignorante, las posibilidades están abiertas.

En la línea dos el sujeto se arriesga más, se atreve a ir más allá pese a que la sociedad le advierta que no tiene las capacidades y se atreve a descubrir afuera, en el mundo. Llega al 63, al apabullante y difícil de mantener estado de experimentar el aquí y el ahora en toda su magnitud. Su conocimiento se hace vivencial y sin embargo no sobrepasa los límites, es capaz de avanzar y retroceder de manera autónoma. No hay que guiarlo demasiado.

El de la línea tres es atarantado, en vez de ir tanteando el terreno sale corriendo, confiado en lo que aprendió, al encuentro de una experiencia lleno de ideas preconcebidas, y es por eso que se termina desbocando, y llega al 60, donde aprende a porrazos lo que su compañero de la línea 2 consiguió mediante la calma y sin apenas rasguños, que el saber del aula es sólo una herramienta que no sustituye a la vivencia, sino que nos sirve para evitarnos pasos y economizar energías.

Muchas aristas que se resisten a encasillarse como positivas o negativas pese a que nuestro instinto aprendido nos lleva inevitablemente a ese plano. Trataré de evitar juicios, aunque igual se terminará escapando uno que otro.

La linea 4 es inevitable. Existe una presión de conocer, se trata de saberes especializados y urgentes que exigen ser experienciados y es más, nos exigen errar para saber. Tan asi que al pasar al 43 se nos advierte "si se dejara guiar como un cordero desaparece el remordimiento" pero la mente, en su constante autoafirmación, no deja de cuestionar y la única alternativa es hundirse en el barro.

La 5 llama la atención con su profundo dominio y desapego. Disfruta del conocimiento recibido, lo recibe con alegría y goce, y lo deja reposar en eternas y agradables sobremesas para luego seguir caminando. Sabe que el conocimiento es como vestirse, sabe guardar y mantener limpias sus prendas y sabe cuando desvestirse. Es ubicada en su manera de aprender, no le tiene miedo al barro, esta clara que el saber no le garantiza nada, y tampoco deja que aquello desmotive su hambre de saber. Por ello alcanza ese fértil estado de intetcambio que en el i ching se llama la paz.

La sexta es sorprendente. Me deja pensando y aquí se me va a salir lo dogmático, cómo no. Es la experiencia que transforma y modifica nuestras ideas preconcebidas adquiridas a través de la educación. Esos tres visitantes no inesperados. Imposible no citar acá a Raúl Ruiz, mi cinesta favorito, cuando dice que toda planificacion debiesre ser capaz de considerar e incorporar los accidentes e imprevistos, en este caso una educación que nos permita desaprender lo aprendido para volver a aprender de la experiencia, dinámica, dúctil, líquida. Una educación sujeta a las circunstancias, que puede vivirse incómoda como a menudo se vive el hexagrama 9, aquel que nos amansa y a menudo nos suele incomodar.

Un realizador sin miedo a errar, ni a desaprender lo sabido.



lunes, 9 de abril de 2018

El hexagrama 43 y nuestras ideas tajantes

El i ching es un libro de paradojas que utilizamos en el marco de una cultura dentro de la cual las paradojas tienen un limitado espacio de expresión. A nuestra cultura le gustan las verdades indiscutibles, la seguridad incuestionable, la consecuencia en el decir y el actuar, las evaluaciones y los estudios científicos. En el cotidiano discutimos acerca de que es mejor, elaboramos rankings, culpabilizamos a otros por los problemas de la sociedad en la que vivimos y rara vez nos hacemos conscientes de que la paradoja está a la vuelta de la esquina. El i ching nos lo recuerda constantemente, que el yin y el yang se permutan y se ponen en movimiento al igual que las horas y los días y sin embargo tantos de nosotros en algún momento buscamos las respuestas tajantes como aquellas registradas en los caparazones de tortuga miles de años atrás, esas que nos aseguren que aquello que queremos ocurrirá, que nos saquen de la incertidumbre y de las proyecciones, que nos liberen de esa angustia que nos provoca el caos, ese caos que como observaron los antiguos chinos puede configurarse de distintas maneras, y así ocurre en nuestras historias cotidianas, aquellas que delineamos momento a momento.

El i ching también tiene sus momentos inequívocos y tajantes, aquellos son los que más suelen confundirnos. Uno de ellos es el 43, el desbordamiento, el abrirse paso, un momento lleno de energía creativa, de decisión y sin embargo hay algo en dichas situaciones que se nos resiste, que se nos escapa hancia las alturas subconscientes, misteriosas e insondables.

El 43 es una emoción que se nos desborda, se nos sale por los poros y resulta difícil de encauzar aún teniendo claro que así debe ser. La linea 4 es precisa en indicar este punto.

Sin embargo todas las líneas del hexagrama tienen su dificultad. Las palabras del juicio se explayan abundantemente: hay algo oscuro que es preciso enfrentar, algo que nos divide y confunde, amenazando con dispersar nuestras energías. Pero para poder enfrentarlo primero es preciso reconocerlo, mirarlo y aceptarlo tal como es.

 No se trata de extirpar un cáncer, o una verruga, sino entender que ese cáncer se generó desde nosotros y puede volver a generarse. Reconocer nuestra vulnerabilidad, aceptarla y darle espacios para que se manifieste y no comprarse el cuento de creernos invulnerables. Antes del 11S ya andaban dando vueltas académicos proclamando "el fin de la historia" y ya vemos que ocurrió en el mundo.

En el 43 todo parece estar patas para arriba, y no es cosa de simplemente llegar y sacar la silla. 


El sujeto de la línea 1 se impacienta, quiere combatir a toda costa ese elemento espúreo que le ha surgido, sin apenas entenderlo. La "mala fortuna" deriva del obstinarse, sin darse el tiempo de mirarse adentro, y cuando se mira es desde el 28, desde la urgencia apremiante del sentirse endeble, y ahi se ve obligado a bucear en si mismo, apoyar la carga en unos juncos.

En cambio, el de la línea 2 es capaz de apreciar a qué se enfrenta y logra frenarse, darse cuenta que el enfrentar a esa oscuridad lo obliga a transformarse, y que las transformaciones no se consiguen de un día para otro. En sí despiertan la claridad y la convicción, el viento y el fuego, y con esa visión el miedo se aparta y poco a poco logra deconstruirse en el 49.

El sujeto de la línea 3 en cambio está abrumado. No supo detenerse a tiempo, ya está enfrentando las consecuencias de un actuar irreflexivo y ya no puede echar pie atrás. Le toca soportar la incomprensión de ser juzgado en términos incómodos, se entrampa en su decisión, se consuela pensando que mañana vendrán tiempos mejores y deja de estar situado en su presente.

El de la 4 si se puede es aún más presa de la futilidad. Está muy cerca de esa oscuridad, la conoce íntimamente, pero no sabe cómo enfrentarla. Está paralizado, pero tan imbuído en la acción que no puede darse el lujo de detenerse y aquello lo abruma. Sabe que podria quedarse enredado y quisiera detenerse, pero en este caso el detenerse lo sitúa en un lugar peligroso, en la caverna, en la sangre. Ese reposo le está vedado, asi que no le queda otra que seguir. Si tan sólo pudiese dejar de darle vueltas al asunto...

La acción de la 5 es inequívoca en su dimensión: sabe que atajar la oscuridad no acabará con ella definitivamente, pero es capaz de transar con ella y mantenerla a raya, vigilante, en el 34. Se aparta del macho cabrío y por tanto no se enreda. Es precisa en su decisión y sin embargo no habla de buena fortuna, simplemente cumplió.

Finalmente, la sexta es soberbia. Su mala fortuna no radica en sí misma sino en la acción tajante y fanática de apartar lo dañino, de esconder la basura debajo de la alfombra, de hacerse el loco y subirse en la cima de la torre que se hace astillas en el 23. Uno se encierra en sus convicciones, en el trabajo realizado y alcanza la "seguridad" proyectada, alcanza sus objetivos y el completo dominio de la situación, con ello pierde la apreciación desapegada y se vuelve rigido en sus convicciones, lo cual puede funcionarle algún tiempo hasta que ese yin lo sorprenda seductoramente en el 44, se aferre a él como garrapata en el 33, lo haga perder contacto con el resto del mundo en el 12, le cuente historias de aquello que no puede alcanzar por sí mismo en el 20 hasta que es invadido en el 23 y no le queda otra que volver a abrirse como una flor en el hexagrama 2.






jueves, 28 de diciembre de 2017

Las predicciones este 2018 y cómo abordarlas

Como no podía ser de otra manera hago eco de la ininterrumpida tradición de tarotistas, tarólogos, adivinos e intérpretes que cada año que termina realizan sus interpretaciones para el que viene. No obstante lo hago haciendo notar varias salvedades:

El año gregoriano marca una vuelta completa al sol. Termina en invierno, que es el momento de reposo del año. De acuerdo a las mediciones astrológicas, el momento en que la tierra se encuentra más alejada del sol, o afelio, se produce a principios de julio, época que en el hemisferio norte corresponde al verano.

Como podremos fácilmente darnos cuenta, la contabilización de cuando compienza y termina un año suele ser arbitraria y variar de acuerdo a cada civilización, pero usualmente fin de año suele coincidir con el invierno, algo que no ocurre desde que adoptamos el calendario gregoriano diseñado en el hemisferio boreal.

Sin más preámbulos el hexagrama que aparece es el 44, La Complacencia, el ir al encuentro.



En el blog del Abate Soderini Marta Ortiz realiza una interpretación de este hexagrama que se aleja de la que aparece tradicionalmente en los libros del i ching, escrito y traducido por hombres hijos de una cultura patriarcal. Incluyo el enlace acá como marco conceptual para realizar mis proyecciones.

Desde hace cierto tiempo hasta ahora, lo femenino ha empezado a alzar su voz para denunciar las incomodidades sufridas durante siglos en el seno de una sociedad patriarcal, construida por y para los hombres donde lo femenino está relegado a lo íntimo, a la esfera privada del hogar al cual se consagra. Durante el siglo XX, no obstante, las mujeres empezaron a conquistar tímidos derechos como el sufragio, irrumpieron con fuerza, permitiéndose destacar en el mundo laboral y empoderándose de su propia sexualidad.



Durante lo que llevamos de siglo XXI esta tendencia se ha ido profundizando. Hoy las mujeres están alzando la voz para denunciar los micromachismos profundos, aquellos que son reproducidos tanto por hombres y mujeres en lo cotidiano a través de la publicidad y las historias que nos inundan, las baladas románticas, donde la mujer es representada como un objeto de deseo, idolizada a partir de su belleza y sofisticación, piropeada y acosada en las calles por hombres poderosos e inescrupulosos, menoscabada y anulada por la violencia intrafamiliar en muchos hogares.

Esto es peligroso para nuestra cultura. "La doncella es poderosa, no conviene desposarse con ella" dice la sentencia del hexagrama 44. La ola de demandas sociales que exigen cooperación, inclusión, horizontalidad, sensibilidad y decrecimiento económico (cualidades también asociadas con lo femenino)  que recorre al planeta está determinando régimenes patriarcales derechizados y capitalistas a lo largo del globo que con mayor o menor éxito buscarán atajar este encuentro, con la caballerosidad y deferencia de un galán que sólo busca mantener contenta a su mujer a través del placer: consintiéndola, haciéndola sentir como una reina mientras no se atreva a manifestar su opinión, sobre todo si lo contradice.

Acostumbradas a esta realidad que lleva siglos y generaciones operando, los movimientos ecologistas, indignados, separatistas, feministas y revolucionarios a lo largo del globo (que apelan a nuestras cualidades más femeninas aunque no sea necesariamente explícito) la tienen difícil. Si bien su conciencia los está llevando a imaginar otros mundos más allá del dominio absoluto capitalista, dentro de ellos se agitan poderosas contradicciones que derivan de la costumbre al haber sido criados dentro de este marco. Dentro del hexagrama se marca la línea 3:

En los muslos no hay piel
y resulta difícil el caminar.
Si se tiene siempre presente el peligro,
no se cometerá una falta grande.
“… continúa andando sin dejarse conducir”.

El peligro radica en el atarantamiento, en la radicalización de los movimientos que legítimamente aspiran a hacerse oídos en un contexto donde son resistidos y contenidos a través de leyes y discursos oficiales de buena crianza, donde las grandes iglesias y los gobiernos realizan llamados de unidad y tolerancia mientras aprueban leyes de intolerancia y segregación, y los poderes económicos se concentran en cada vez menos manos. Al cambiar este hexagrama llegamos al 6, al conflicto. Para los amantes del status quo y aquellas personas de tendencia conservadora se vienen tiempos difíciles donde sus ideas rígidas de sociedad se verán confrontadas con estas nuevas ideas que pueden seducirlos pero también los harán desconfiar; en tanto, para aquellos oprimidos que luchan por cambios radicales el peligro radica a perder la sutileza y caer en brusquedades y extremismos de toda clase. Inexorablemente ambos bandos polarizados se terminarán enfrentando, porque como bien dice el mismo i ching en el hexagrama 12 "cuando cielo y tierra se alejan se produce el estancamiento" y vivimos en una realidad claramente asimétrica cimentada durante generaciones. Los conflictos que recorren el planeta son la prueba más fehaciente de ello.





jueves, 7 de diciembre de 2017

El hexagrama 62 y la sensación de incomodidad



El hexagrama 62 puede sentirse como un estado muy incómodo del ser, aquél donde el sujeto sabe que no posee la fuerza suficiente para realizar sus objetivos, pero que es propicio no dejar de prepararse para así reunir fuerzas. La condición aquí es renunciar a la voluntad, o más bien ser estratégicos. Una cosa cada vez, engullir sólo lo que se puede morder sin dificultad, en un momento que al ego puede resultar algo conformista y mediocre.  
Estamos en el pasillo, recorriéndolo. Nada más existe que el pasillo

Se pide un realismo desapasionado, una atención escrupulosa a los detalles. No arrancarse al universo incierto de las proyecciones, permanecer ahí donde se está, en la incertidumbre, en la incerteza. La obstinación conduce a peligros, a incomodidades que a veces es necesario experimentar para incorporar definitivamente aquel registro a la memoria experiencial.
La primera línea débil es ligera, atarantada, apresurada en volar y por eso cae. Sin embargo, la caída lleva al sujeto al hexagrama 55, donde el aprendizaje es inmediato y vivencial.  
La segunda línea receptiva utiliza la energía precisa para agarrar un ritmo definido y constante, con mucha dulzura. Silenciosamente el sujeto desarrolla un sistema, una rutina alimentada y mantenida por la costumbre en el hexagrama 32.
La tercera línea fuerte disipa su fuerza y se sujeta a las circunstancias, se descuida y cae a merced de la dificultad. En los textos se habla de indolencia, de no tomar el peso correspondiente a la situación, que en el 16 se desata sin que podamos hacer mucho al respecto.
La cuarta línea fuerte se somete a las circunstancias con escrupulosidad y diligencia, sencillamente encuentra su camino si logra disciplinarse en lo pequeño. Al avanzar el sujeto lo hace con modestia, llegando al hexagrama 15
La quinta línea ligera logra abrir su percepción y dar con la clave a través de su receptividad que le permite resolver la situación a partir de factores inesperados que ingresan libremente anunciados por el hexagrama 31.
La sexta línea débil se excede en su volar y es atrapada irremediablemente por un tiempo, pierde su refugio y se ve obligada a andar a la deriva sin descanso. Un viaje particularmente espinudo de crecimiento espiritual a través de una serie de incomodidades que aparecen fruto de nuestra propia impaciencia, representado por el hexagrama 56. Esto es lo que sucede cuando forzamos las cosas en momentos en los que no tenemos la fuerza necesaria.
Nuevamente podemos comprobar cómo el i ching se resiste a someterse a las categorías binarias como “es un hexagrama positivo” o “es un hexagrama negativo”. Lo positivo y lo negativo derivan de las viejas fórmulas y se someten inexorablemente a nuestros puntos de vista. Cada línea es una predisposición, que está presente en nuestro caminar, y el i ching nos permite observarla, desnudarla, interiorizarla y decidir en consciencia ¿Seguimos la tendencia o nos detenemos y no provocamos ese cambio? ¿Es necesario que experimentemos esa situación o podemos evitarla? El sujeto de la línea 4 del hexagrama 43 “Abrirse paso” se hace consciente de su propio mecanismo de pensamiento y descubre que ni aún sabiendo que no es necesario va a dejar de enredarse y tiene que caer en el abismo para de una vez por todas comprenderlo.

jueves, 28 de septiembre de 2017

El hexagrama 23 y nuestra resistencia a los cambios

Quienes nos acercamos a estudiar y utilizar sistemas arquetípicos como el i ching y el tarot desde nuestra cultura occidental a menudo manifestamos la tendencia a atribuir una escala de valores. Nos interesa ante todo si el mensaje que recibimos es positivo o negativo, si podremos conseguir o no nuestro deseo, si la sentencia es favorable o desfavorable. Los textos antiguos utilizan expresiones como "buena fortuna" "mala fortuna" y otras que entregan orientaciones generales al respecto que suelen tendenciar nuestras interpretaciones. Hay hexagramas que celebramos, otros que simplemente nos aterran. Hoy me referiré a uno de ellos: La Disgregación.

Pedazos de nuestro ser que son independientes y cuya voluntad tarde o temprano se manifiesta y derrumba nuestra estabilidad.


Ya el nombre nos trae asociaciones terribles. Se trata, literalmente de hacerse astillas. La energía oscura representada por las cinco líneas yin que ascienden a través de los distintos puestos se encuentra a punto de derribar a la única línea firme que permanece en esta situación. El dictamen advierte: no es propicio ir a ninguna parte. Detengámonos ahí.

El libro de las mutaciones habla de la interacción y la alternancia entre las energías fundamentales: yin y yang. Ambas son indispensables para la vida y el curso al menos de nuestro planeta, el hecho de separarlas obedece más a una reducción metodológica  y espacio/temporal que a una oposición dialéctica y tajante. Decimos entonces que la energía yin es receptiva, inmóvil y, por el contrario, la energía yang es creativa, móvil. Se trata de cualidades, comportamientos de una misma energía que alterna entre estas dos polaridades con distinta intensidad, conformando una multiplicidad de ritmos que podemos observar y medir y que no obstante en ocasiones se apartan de la norma.

Cuando se nos recomienza "no es propicio ir a ninguna parte" no se trata de que no podamos, o debamos movernos por alguna clase de imperativo categórico. No nos movemos porque no es momento de moverse, porque lo que se está moviendo es nuestro interior, que se está resquebrajando por dentro.

Sin embargo, como sabemo que la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma, esta disgregación puede equipararse a aquello que ocurre cuando los diversos elementos que constituyen nuestro yo aparecen y exigen su derecho a existir, rebelándose contra esta dictadura de un yo estable y coherente que se ha vuelto opresor y tiránico, que allá arriba ha perdido su contacto y su relación con los otros aspectos de si a los cuales ha tendido a reprimir. Este hexagrama puede leerse como la vocecita de nuestro yo consciente advirtiendo "este orden ya no funciona, deja que se destruya, no te aferres" y como el lado yang es predominante en nuestra cultura nos aterra el caos resultante de esta multitud de vocecitas demandantes.

Resulta muy curioso que pese a esta imagen los dos trigramas constitiuyentes sean la tierra y la montaña, elementos que pueden moverse, hundirse y resquebrajarse a lo largo de eras geológicas pero permanecen inalterables. No podemos reprimir eternamente aquello que esta dentro de nosotros, no nos queda otra que ordenarlo y acomodarlo constantemente de manera que los derrumbes y disgregaciones no sean bruscos. Por lo tanto, este hexagrama será tanto mas desastroso en la medida de qué tan rígidas sean nuestras construcciones e ideas sobre aquello que preguntamos.

Por eso la imagen aconseja: "así los hombres superiores pueden asegurar sus posiciones sólo con generosos donativos a los que están en posiciones inferiores". Este párrafo, atribuido a Confucio, suele confundirnos hasta que un día prestamos atención y nos damos cuenta: el hombre superior es aquel que se separa del pueblo para establecer parámetros de orden, pero no debe olvidar jamás de dónde viene, porque si lo olvida y se aísla cualquier realización que pueda conseguir se termina destruyendo y así ha sido a lo largo de toda la historia de la humanidad. Ocurre lo mismo cuando nuestro interior está lleno de tendencias reprimidas que se vuelven antagónicas: cuando por ejemplo descansamos nuestra seguridad y bienestar en otros, cuando el sentido del deber nos impulsa a anular aspectos de nuestro ser y tantas otras situaciones más.

Lo primero que se disgrega son las patas del catre: perdemos nuestra posición elevada, nuestro modo de vivir se desacredita ante los ojos del pueblo, de los "inferiores" que comienzan a perdernos el respeto. Volvemos a sentirnos a su nivel y mientras más insistamos en conservar nuestras prerrogativas más cierta es la posibilidad de recibir daños. La única salida es volver a adaptarnos a aquello que nos repugna, aprender a alimentarnos y nutrirnos de aquello que en un principio rechazamos, y así volvemos a recuperar nuestra tortuga mágica: nuestra capacidad de adaptación.

Cuando ya nos encontramos al nivel de los "inferiores" quedamos desprotegidos, a merced de sus demandas. Ellos ahora nos miran cara a cara y nos podemos dar cuenta que nuestros mecanismos de defensa son inútiles. Es momento de "hacernos los lesos" o más bien reconocer nuestra completa inexperiencia. Desaprender lo aprendido para poder integrar aquello que se requiere, como lo muestra el hexagrama 4 y poder volver a hacernos cargo de nuestros asuntos, tal vez no como querríamos, sino que como corresponde a nuestra nueva situación.

La tercera línea, a diferencia de las anteriores, es mucho más práctica y empática. Se adapta a su nueva situación sin esfuerzos y encuentra la paz en el silencio y la introspección en el hexagrama 52, el aquietamiento. La situación podría representarse como aquellos revolucionarios que tras ser derrotados encuentran asilo en un convento y sin embargo adentro no encuentran la paz pues en su interior continúa agitándose la arrogancia de sus convicciones que se rehúsan a abandonar.

La cuarta es la advertencia más rotunda, y que resulta más contradictoria al comprobar su mutación. Aquí ya no hay manera de evitar el daño, la fractura, la confrontación. Hemos sido muy rígidos, muy altaneros, tercos y obstinados, la turba nos lincha y pese a ello nos convertimos en mártires de la causa. Si aceptamos el daño como prueba de fe y lo transformamos en una medalla y logramos sobrevivir el progreso seguramente estará a la vuelta de la esquina. En el hexagrama 35, su linea 4 habla de las ratas acaparadoras. ¿Qué otra cosa podemos admirar de las ratas sino su capacidad de supervivencia?

En las dos últimas líneas el sentido del hexagrama cambia. La quinta línea habla de matriarcado, de un cardumen. La revolución ha triunfado, las masas victoriosas y alegres dejan atrás la rabia y disfrutan de su esperado momento de plenitud. Nuestro ego se disgrega, y finalmente se establece el diálogo. Prima la sabiduría, priman los acuerdos, se establece una transición ordenada y recuperamos el orden en la contemplación sabia de quien se conoce a sí mismo, reconociendo cada aspecto de sí y obrando en consecuencia en el hexagrama 20.

Finalmente el hombre terco, el sabio, aquél en las alturas, las cualidades más luminosas y grandes de aquella personalidad que debe destruirse se enfrenta a a la encrucijada de abandonarse a sí mismo, a aquellos triunmfos morales, a todo el legado y el trabajo que luchó años por construir. Es hora de construir otra cosa, porque hay un fruto que aún no ha sido comido y que florecerá a su debido tiempo. Reconocer esta situación implica una tremenda grandeza de espíritu. Renunciar, asumir que ya no se puede resistir más, que es inútil, que se perdió equivale a conseguir el coche, Pretender mantenerse es equivalente a la autodestrucción. No fue el destino adverso, sino simplemente la tozudez.




domingo, 3 de septiembre de 2017

La obstinación y sus matices: el hexagrama 28



A menudo encuentro publicaciones o comentarios a publicaciones donde se discute cuál es el significado correcto de tal o cual hexagrama o qué hexagrama se utiliza para denominar un concepto determinado. Yo adscribo a la opinión de que cada hexagrama es una metáfora que puede adecuarse a casi cualquier situación o posibilidad interpretativa cuyo objetivo principal es entregar elementos de reflexión frente a algún asunto que nos preocupa. Establecer la correspondencia entre pregunta y respuesta  es el recurso que nos permite vincularlas en una explicación constructiva que ayude al consultante a transitar por ese asunto.
El hexagrama 28 “La preponderancia de lo grande” muestra la imagen de un humedal, un ecosistema de transición entre los continentes y las playas que se convierte en refugio de gran cantidad de juncos y líquenes que a su vez albergan los nidos de cientos de especies de aves, muchas de las cuales recorren miles de kilómetros desplazándose de humedal en humedal durante sus procesos migratorios periódicos. Abajo el agua pantanosa (dui, lo alegre) y arriba los juncos que dentro de ella crecen y proliferan (sun, lo suave) Es lo que ocurre cuando eso que nosotros creemos "correcto" deja de serlo, y nos muestra una forma de deshacernos de ello para construir una nueva visión, y también aquellas que nos pueden ayudar a mantenernos aferrados si es lo que deseamos. Porque no deja de tratarse de una opción personal. 
Ellos, los muñecos, persisten en aferrarse a la vida prestada que la artista les entrega.

Los chinos vieron en esa metáfora la imagen de un ataúd, un objeto que sirve como vehículo de transición entre la vida y la muerte, construido precisamente de madera (sun)  que en este caso ha sido arrastrado hacia el humedal (dui) donde tanto el ataúd como el cuerpo se descomponen y permiten alimentar otras vidas. El humedal está lleno de desechos orgánicos que nutren a las plantas y son el medio de reproducción de miles de microorganismos y algas que sirven de alimento a toda clase de insectos, aves, anfibios y criaturas marinas.  
La idea implícita es la de transición. La necesidad de pasar a otra cosa, a otro estado, porque la viga se dobla, porque los cimientos no están firmes. Suele referirse a situaciones estresantes, opresivas, que exigen ser confrontadas porque uno ya no es capaz de pasarlas por alto, porque ya alcanzaron cierto límite. Hay mucha energía ahí, puede que demasiada. Se trata de momentos extraordinarios, y toda la información contenida en las líneas nos sugiere distintas maneras de enfrentar la transición, aprovechar la energía para dirigirnos en pos de algún objetivo o bien dejar que nos desborde y nos enseñe la lección que nos toca aprender.
Por supuesto, antes de que sobrevenga el desborde siempre puede evitarse si uno es extraordinariamente cuidadoso en los detalles. Los juncos necesitan raíces blandas que puedan adentrarse en la tierra seca y firme que está debajo del pantano. La primera línea yin, débil y flexible, se vuelve crucial para permitir que el junco permanezca en su lugar y pueda resistir las crecidas e inundaciones periódicas representadas en el hexagrama 43, el desbordamiento, que a su vez alude al pie descuidado que se hunde en el fango. Los juncos sostienen el humedal, por eso los chinos mediante la observación de este fenómeno ponían una pila de juncos debajo de los ataúdes para afirmar la viga maestra que también representa el hexagrama.
Luego la segunda línea, cuyo texto está cargado del sesgo machista de la china imperial, nos incita a la unión, a establecer vínculos. “Un álamo seco genera un retoño”. Hasta ahí bien. Puede tomarse como una referencia literal a los nutrientes generados por un cadáver que pueden ser reabsorbidos y servir para alimentar una nueva vida, siguiendo con la cadena alimenticia. “Un venerable desposa a una joven, buena fortuna”. Aquí se valora la posible fertilidad de dicho anciano. Bajo el contexto general del hexagrama, puede aludir, entre otras imágenes, a la reactivación de un proceso mediante un suceso inesperado. El hecho de que esta segunda línea, caprichosa, dirija la situación hacia el hexagrama 31 “La influencia” sugiere que la misma energía que hizo caer a ese álamo viejo ofrece la posibilidad de renovación, de un cambio de vida.  
La tercera línea, por el contrario, está más cerca del agua, a menor profundidad y por tanto cede, siendo arrastrada por la corriente, algo muy común en los momentos de crisis. “Peligro” advierte el i ching. La viga se rompe, no logra sostenerse porque no estaba bien firme y bastó la crecida para denunciar la fragilidad de la situación. Hay una terquedad ahí, una dureza que en vista de las circunstancias aparece como una debilidad y puede traer consecuencias no deseadas.
La cuarta línea estaba mejor afirmada y por tanto logra mantenerse en su sitio a duras penas. “No aflojar” traduce Ritsema. Aún podría romperse si la presión es excesiva. Es una advertencia: lograste superar la tormenta, pero no abuses. “Si hay segundas intenciones, es humillante” advierte Wilhelm en su traducción.  Aquí el sujeto reconsidera y logra dejar atrás la terquedad, domina su impulsividad y hace suya la idea del hexagrama de no desanimarse cuando es necesario renunciar al mundo, al punto de vista que uno hasta el momento ha alimentado.
La quinta, por su parte, hace notar el machismo de la época en su contraste con la segunda. Aquí el álamo da flores, no sólo un brote. Las flores son bellas, pero de vida breve. Una mujer vieja (venerable, para Ritsema) encuentra un marido más joven. La mujer ya no es fértil, no dará hijos al joven pero sí puede entregarle refinados placeres. “No hay mácula, no hay elogio” dice el texto. Aquí la interpretación es absolutamente subjetiva, sobre todo si tomamos en cuenta que su mutación nos lleva directo al 32, a  un esquema en constante y continua renovación. Aquí no se produce directamente una vida nueva, sino en forma indirecta a través de las semillas que soltarán las flores y desde el pragmatismo de los comentaristas del i ching esta opción  pareciese ser menos deseable.  
La sexta línea débil representa el agua al desbordarse. “Del excesivo vadear el peligro, sin falta”. El peligro radica en ahogarse, quedando hundido per sécula durante este momento de exceso porque no logró adaptarse a la situación y se mantuvo en su postura firme e inalterable. Consuelo de tercos que al verse superados por las circunstancias se aferran a su capacidad de persistencia aunque las consecuencias pudiesen perjudicarles. Las consecuencias desfavorables vienen desde el hecho de aferrarse a un dogma, a diferencia de la línea 3, que es simplemente caprichosa y obstinada. Por eso “no hay mácula”. Esta es la línea que representa a los mártires, aquellos que se sacrifican a sí mismos en pos de un interés superior.