En esta entrada, más allá de ahondar en explicaciones y responsabilidades, me gustaría aportar con algunas inspiraciones acerca de los desafíos y oportunidades que representa esta súbita interrupción en un mundo cada vez más intercomunicado y tecnologizado, consumidor y depredador.
Particularmente, me gustaría hablar del hexagrama 41, la aminoración.
En términos esquemáticos, y sin entrar a hablar de los diversos matices que en la práctica existen, para un sistema económico global, basado principalmente en el libre mercado y la apertura comercial, ya partiendo desde la teoría económica, toda contracción representa un momento de crisis que, en los peores casos, exige la intervención de un estado que, en circunstancias normales, debiese tender a ser acotado y no meterse mucho para no crear distorsiones. Las derechas e izquierdas en el mundo discuten incansablemente acerca del rol del estado en torno a la economía, pero ambos suelen estar de acuerdo en la importancia de crear las condiciones para un crecimiento positivo, o al menos un desarrollo sustentable.
Sin embargo, la filosofía de muchos pueblos antiguos consignó la importancia del decrecimiento como condición sin equa non para el desarrollo sustentable de los territorios y las comunidades. Desde el viejo principio de la rotación de cultivos para no agotar la fertilidad de los suelos, pasando por el sueño de las 7 vacas gordas y las 7 vacas flacas que el profeta Daniel comunicó al faraón en tiempos bíblicos, la sabiduría popular ha señalado la importancia de los períodos de escasez para no agotar indiscriminadamente los recursos. El libro de las mutaciones no es la excepción, y así lo reflejan las siguientes líneas tomadas desde el texto de Ritsema Karcher:
Disminuir, poseer conformidad.
Primavera propicia.
Sin falta, permitir la Prueba.
Cosechante: poseer dirigido el ir.
Interpelar: tener provecho.
Dos bandejas permiten aprovechar la ofrenda.
Wilhelm traduce, con algunos matices:
La aminoración unida a sinceridad
trae excelente fortuna
Hay adelantos emprendiendo algo
¿Qué puede hacerse?
Se pueden emplear dos escuelas para el sacrificio.
Vamos a las imágenes. abajo tenemos Sun en el otoño, un ecosistema que duerme y entra en un dulce letargo al compás de las hojas secas y los primeros fríos del invierno. Frente a él una montaña, majestuoso lugar de silencio y reposo. La dulce y coqueta hermana menor es acogida por su sereno e introvertido hermano. Acurrucada, contenida dulcemente, sin violencia. Si vemos las líneas, la tercera línea del hexagrama La Paz, que comienza a tomar conciencia de la naturaleza cíclica del universo, decide resguardarse en las cumbres de la sabiduría, lejos de la actividad mundana.
Es una imagen que nos invita a aquietar nuestras ansias de crecer, emprender y desarrollarnos. Hay que poseer la conformidad para una próxima primavera propicia. Pero aquel intersticio es el momento de los ritos propios del retorno, como muestran los nucleares trueno y tierra. Es un momento sagrado, de mirarnos hacia adentro y encontrar la luz en nuestras profundidades, aquella que nos permitirá activarnos posteriormente.
Quizás basta simplemente con aprovechar de escucharnos, de mirar alrededor y darnos cuenta de las consecuencias de vivir pensando constantemente en el mañana, en los proyectos, planes, ambiciones y sueños que ocupan parte importante de nuestros pensamientos cotidianos. Sacar nuestra atención de pantallas como ésta, apagar las noticias que nos angustian y quizás por un momento escuchar nuestro alrededor: las brisas que mueven los árboles, los pájaros y animales domésticos de nuestros barrios, los insectos, motores y ruidos de las pocas personas que aún transitan, y si nos toca estar afuera apreciar qué distinto se ve todo desde la cuarentena.
En la línea uno aceptamos el decrecimiento sin chistar, sin detenernos a pensar en sus implicancias, de buena fe. No reparamos en lo que ocurre con nuestros vecinos y nos apresuramos a reproducir el slogan #quedateencasa. Obedecemos, como el joven necio consciente de su inexperiencia.
Esta placidez, no obstante, sólo nos dura mientras nadie depende de nosotros. En la línea 2, si bien no cuestionamos la necesidad de decrecer, comenzamos a tomar conciencia de la importancia de contar con resguardos para asegurar no sólo nuestra alimentación, sino la de nuestro clan. No dudamos en salir a buscar el sustento si es necesario, y ya no obedecemos como corderitos. Comenzamos a comprender que si nos quieren en casa los estados deben preocuparse de nosotros.
Y así llegamos a la línea 3, dócil pero mucho más consciente de que no puede seguir a Dios y al diablo al mismo tiempo, y debe optar. O se libera de los condicionamientos e ideas preconcebidas y vive con apertura y confianza la aminoración, manteniendo los ritos y guardando la apertura y la independencia interior podremos descubrir a través de la experiencia colectiva e histórica el camino.
La línea 4, también yin, nos invita a liberarnos de errores. Los errores en la aminoración tienen que ver principalmente con la falta de previsión y condiciones que hacen que este confinamiento no sea sincero, que en muchos países es consecuencia directa de la indolencia de las clases gobernantes que no se preocupan del bienestar de su pueblo.
Gobernantes sabios, como el de la línea 5: receptivos, dúctiles que saben someterse a las circunstancias y no luchan por imponer su obstinación ambiciosa. Liderazgos de cualidades nutritivas, que aún en tiempos de escasez cuentan con la bendición de los arquetipos que indican que toda aminoración es un momento, si bien de pobreza, también de acumulación de fuerzas y trabajo interior.
Y finalmente, el sabio de la sexta, incansable en su peregrinar, que no descansa en sus facultades porque sabe que la tarea es incansable y que luego de conquistar la bonanza vendrán nuevas aminoraciones en formas distintas, y así conserva la sabiduría de no comprometerse, de no aferrarse mucho a sus ideas y convicciones.
En lo personal, adscrito a los economistas que señalan la importancia del decrecimiento en estos momentos, del simplemente no hacer nada y adaptarse al ritmo más pausado, al refugio de nuestros hogares, y encontrar en el cotidiano la luz que nos permita renovar los disminuidos recursos de este planeta agotado por el consumo y la ambición indiscriminada de la energía yang que en las alturas se vuelve soberbia y desconectada de sus orígenes.