miércoles, 11 de julio de 2018

La verdad y el I Ching: un ejemplo interpretando el Tzolkin de Argüelles

Uno de los rasgos que define a nuestra cultura es la afición que tempranamete vamos desarrollando hacia las "cazas de brujas", sobretodo cuando nos creeemos poseedores de alguna verdad fundamental acerca de alguna materia. En nuestras manos, el I Ching es uno de esos instrumentos que nos permiten discernir acerca de la veracidad de algún dogma, permitiéndonos desnudar contradicciones y discernir aspectos oscuros sobre algún tema en particular.

Como vimos en el post anterior y comprobaremos de alguna forma u otra a lo largo de nuestras vidas, la verdad suele ser un parámetro muy subjetivo y admitir muchas aristas e interpretaciones. Dentro de los hexagramas del i ching el 61, la verdad interior, nos entrega varias pistas acerca de la naturaleza de esta verdad, que está conformada por los trigramas lago abajo y viento arriba. Su forma gráfica a su vez nos recuerda al trigrama fuego. Todos ellos son trigramas femeninos.

Los trigramas que definimos como femeninos están conformados, paradójicamente, por dos líneas yang y una yin que es aquella que los define a través de su receptividad. Lo yin penetrando por debajo, suave e invisible en el caso de Sun, claro, orgulloso y resplandeciente en medio en el caso de Li, o expresándose alegre y seductoramente afuera en el caso de Dui.

Podemos decir entonces que para que podamos hablar de una verdad debe existir primero una alegre serenidad interior, una convicción tranquila, amable y reposada, la cual nos permite discriminar y discernir en el exterior sin aspavientos ni brusquedades. Se trata de una luz que entra por las pupilas, un huevo que en su interior encierra la vida el cual necesita fecundarse.

Una verdad es un rayo que ilumina, y como bien sabe cualquier fotógrafo, la luz crea contraluces


Los trigramas nucleares, en cambio, son ambos masculinos. Los trigramas masculinos se entienden en el i ching como dos lineas yin comandadas por una yang que los define. En el 61 se hacen presentes Dhsen, el trueno, con su impetuosidad fervorosa y Ken, la montaña, con su infinita serenidad. Existe una tendencia subyacente a apostolar, a extender nuestras verdades a los cuatro vientos, que no obstante se ve temperada por la sabiduría del silencio.

Al menos en el i ching y en este plano abstracto de análisis podemos observar que la verdad poco tiene que ver con el dominio y el imperio de imponerse y extenderse, y mucho con el atesorarse y echar raíces en el corazón de manera sosegada.

Al hacer conscientes estos atributos podremos darnos cuenta que, quizás, no vale mucho la pena buscar comprobaciones empíricas de aquello que nos define, sino dejar que eche raíces sin dar nada por cierto, permitiéndonos que la información que recibimos del exterior vaya modificando siempre aquello que creeemos que sabemos y teniendo en consideración ante todo cómo nos hace sentir en nuestro fuero interno.

En lo personal, una de las mayores enseñanzas que me ha traído el I Ching es el hacerme consciente de mi tendencia a apostolar y lo ávido que he sido al buscar verdades en una época de la historia de la humanidad donde aquellos parámetros ya no son tan claros como los fueron para nuestros padres y abuelos.

El siglo XX y lo que va del XXI han sido feroces e implacables en la destrucción de utopías que por milenios parecían inamovibles, desde el aporte filosófico de Nietzche al proclamar "Dios ha muerto" hasta comprobar globalmente los alcances peligrosamente destructivos que han alcanzado nuestras obras como civilización. El escepticismo que caracteriza a aquella corriente de pensamiento que los filósofos han llamado Posmodernidad también ha alimentado nuestras facetas más fundamentalistas, aquellas que nos suelen poner en conflicto con el resto, con los otros que no piensan como nosotros y permanecen en la oscuridad de la ignorancia, o de la falta de fe, creando barreras comunicativas entre nosotros que en ocasiones son infranqueables y cada día son alimentadas desde nuestras producciones culturales.

Luego de este largo preámbulo entraré en materia presentándoles un ejemplo muy cercano. Antes de conocer el I Ching conocí el Tzolkin galáctico de José Argüelles, y luego de muchos años de practicarlo dejé de hacerlo precisamente porque hubo aspectos que me parecieron dudosos, particularmente su forma de plantear el i ching y cierta tendencia fervorosa a alimentar la sensación de iluminación.

El new age, el despertar espiritual de occidente, tiene muchísimo de aquello. Ya desde Aleister Crowley han sido innumerables buscadores de la verdad desde lo esotérico que se apasionan al entramar las diversas formas de conocimiento que la humanidad ha tejido en un tronco común, con la esperanza de disolver nuestras diferencias en pos de un objetivo universal.  Un objetivo loable pero que en la práctica y para ciertas personas escépticas como yo suele causar el efecto contrario.

Esta vez decidí preguntarle al i ching, ya sin ánimos de desenmascarar la visión de Argüelles, que por lo demás considero una interesante forma de desarrollar una forma distinta a nuestros calendarios occidentales de concebir el tiempo, una capacidad que las civilizaciones antiguas desarrollaron profusamente y que la nuestra ha desincentivado en pos del orden práctico de una representación global.

La pregunta fue "¿Cómo consideras la visión que José Argüelles realiza del I Ching?" y la respuesta fue sorprendente: el hexagrama 35, el Progreso, mutando en sus dos primeras líneas al hexagrama 38, la Oposición.  

Una muestra de la propuesta de Argüelles


El hexagrama 35 es para mí uno de los más difíciles de abordar, por lo cual sólo ofreceré ciertos esbozos. Es la madre sometiéndose a la hija del medio, la oscura y profunda devoción a lo misterioso y desconocido frente a la claridad que fervorosa, y paradójicamente, surge cuando nuestra mente iluminada, pragmática y patriarcal acepta dentro de sí el germen de lo vacío. Es el encuentro inusitado, inesperado y fructífero, que nos incita a mirar con otros ojos aquello que quizás por soberbia descartamos.

Recordemos que Argüelles era un arqueólogo, formado en la academia, recinto que suele alimentar nuestras ideas de verdad a partir de un extenso cúmulo de conocimientos y técnicas, que en algún momento declara haber tenido una visión desconocida que lo impulsó a abandonar la academia, a publicar sus libros y dar conferencias por todo el mundo, reuniendo en torno suyo miles de seguidores y creando núcleos en torno a sus postulados a lo largo del globo.

De acuerdo a este hexagrama podemos indicar que aquello que recibió José Argüelles fue en efecto una iluminación, que terminó modificando sus parámetros y le dio sentido a su vida junto a la de muchas otras personas, un auténtico portento similar al que han recibido otros tantos como Terence McKenna, Maya Deren y un montón de ilustres desconocidos a lo largo del mundo, y por supuesto, otros que cometieron atrocidades que son ampliamente condenables, como el mismísimo Hitler, entre otros.

Ahora veamos que ocurre con las líneas. La primera línea habla de un progreso refrenado, aún no reconocido y que no se desespera por obtener reconocimiento. Sabe lo que tiene entre manos, y con tranquila perseverancia sigue su camino sin vacilaciones, silenciosamente como lo hizo Argüelles entre los suyos.

La segunda linea en tanto habla de temores y adversidades, sabemos que Argüelles sufrió la pérdida de un hijo en medio de su peregrinaje. En este caso habla de tender hacia la madre, de dulcificar y acoger, y puede entenderse como el consejo de no tomar en consideración los sesgos patriarcales de la sabiduría que encierra su trabajo, que es precisamente la enseñanza que podemos desprender del anterior análisis del 61.

Así, su progreso espiritual ha encontrado oposiciones en este mundo, oposiciones por cierto que lo confrontan con escépticos suspicaces como quien suscribe, un antagonismo que por cierto no excluye cierta posibilidad de entendimiento que se desarrolla en forma paulatina y constante. Hay verdades para todos los gustos. Si como humanidad lográsemos comprender que ninguna verdad nos hace superiores, ni diferentes, quizás existirían muchos menos conflictos, o conflictos más acotados.

Independientemente que personalmente tenga muchas objeciones a la visión que presenta Argüelles, que no expondré aquí, no soy quien para desenmascararlo, y claramente el I Ching tampoco. Quizás si quien pregunta es alguien que sigue sus enseñanzas la respuesta será distinta. Lo mismo si preguntamos acerca de Jesús, Mahoma, Marx, Adam Smith, Trump, Madero o quien sea, es prudente recordarlo, y en sí es una tremenda enseñanza para nuestros egos.



  

jueves, 5 de julio de 2018

Más allá de las verdades: el hexagrama 62

En términos muy sencillos podemos explicar el i ching como un sistema basado en la alternancia entre los dos principios fundamentales definidos como Yin (lo oscuro) y Yang (lo luminoso). Esta alternancia básica adquiere complejidad al duplicarse y definir un espacio representado por los cuatro símbolos, y luego adquiere un alcance tridimensional en los ocho trigramas. Se trata de una metáfora bastante sencilla que puede observarse en diversos aspectos evidentes de la realidad como el transcurrir de los días, de las estaciones del año y en nuestros ciclos vitales. Estos ocho trigramas, al duplicarse, dan origen a los 64 hexagramas que ejemplifican la complejidad y diversidad de posibilidades que encierra nuestra realidad, que van mucho más allá de estos dos principios fundamentales que en lo concreto y cotidiano resultan inseparables.

Un pájaro sabe muy bien cuándo ha de volar


El ejercicio de separarlos sólo resulta posible mediante la abstracción. Nuestra matriz cultural judeocristiana ha perseguido durante los últimos dos mil años, de diversas, formas, la búsqueda de esa unidad fundamental representada en el concepto de un dios absoluto, omnipresente y omnisciente que las diversas culturas paganas, si bien nunca dejaron de reconocer, tampoco fue objeto de especial atención.

Seamos ateos o creyentes, esta búsqueda persiste en nuestros días. Podemos encontrarla detrás de nuestras ansias de verdad, de perfeccion, en nuestras utopías sociales, morales y políticas, en nuestros ideales cotidianos, en todas las ocasiones cuando sometemos a juicios morales nuestras conductas, actitudes y sentimientos, cuando entendemos al I Ching como un maestro, como una herramienta que nos acerca a esa verdad tan elusiva como la objetividad periodística, que presenta innumerables permutaciones, tantas como culturas existen en el planeta.

De alguna manera el I Ching, como los otros oráculos, se resiste a ser encarcelado en esas verdades y sin embargo pueden utilizarse para responder nuestras dudas y encaminarnos en nuestras respectivas sendas, recordándonos que pese a la diversidad de posibilidades existe algo profundo que nos hermana y nos hace partícipes de sendas mucho más universales que poco tienen que ver con nuestras creencias y subjetividades. Podemos utilizarlo desde una perspectiva gnóstica, atea, politeísta, epistemiológica y encontrar en sus hexagramas referencias profundas a cualquiera de las sendas que transitamos.

Pero el foco es distinto. El propósito del i ching no es identificarse con alguna forma de pensamiento, sino más bien es un marco de referencia en el cual podemos encontrar lo que buscamos. Si nos vamos a la secuencia podríamos afirmar que la verdad, definida en el hexagrama 61 como "interior" de acuerdo a la traducción de Wilhelm y que en términos ideogramáticos, en una interpretación muy libre de la traducción de Ritsema-Karcher se trata fundamentalmente de "encontrarnos conforme a nuestro centro (los espíritus)", viene del 60, de la articulación que viene del ordenarse, de encontrar ese centro al dejar que nuestras aguas encuentren con alegría donde contenerse, y que contra todo lo que pensamos no puede extenderse más allá como nos damos cuenta en el 62, cuando pretendemos volar más allá de nuestro nido.

Cuando ponemos la verdad por delante y la usamos para juzgar a otros caemos en el 62, nos quedamos cortos y corremos el riesgo de caer en las redes del cazador. "Ave voladora: el sonido del abandono" dice el hexagrama. Aquí el hombre pequeño, el cotidiano (no "inferior" como implica Wilhelm) que tiene la sabiduría práctica de ocuparse de sus propios asuntos es el que triunfa al predicar con el ejemplo y no imponerse parámetros más grandes que sus propias circunstancias.

Y esto que escribo no es más que una de tantas metáforas posibles, así como las del texto y como otras tantas que han ido surgiendo en a lo menos estos cinco mil años que reconocemos la existencia de este oráculo que encierra tantas, infinitas, posibilidades de ser. Existe gran sabiduría en tenerlo en cuenta cada vez que consultamos.




miércoles, 13 de junio de 2018

El hexagrama 9, cuando el esfuerzo no es suficiente

Todo sistema social descansa sobre algún conjunto de supuestos. El nuestro concede un gran valor al esfuerzo personal como motor para la transformación y el desarrollo de nuestras vidas.

Podemos encontrar en el i ching gran parte de nuestras utopías sociales si sabemos cómo buscarlas, y de la misma manera podemos comprender cómo ellas corresponden a posibilidades relativas que poseen sus fortalezas y también sus debilidades.  En particular hoy hablaremos del hexagrama 9, la fuerza domesticadora de lo pequeño, o cuando el esfuerzo por sí sólo no es suficiente.

El i ching es un mapa de la realidad palpable: tiene sus días, sus noches, sus veranos y sus inviernos. Permanece siempre en flujo, aún cuando reina la quietud. En el hexagrama 9 vemos cómo nuestros impulsos creativos se encuentran frente a una barrera aparentemente infranqueable, representada por sun, el viento, aquello que invisiblemente nos define.

La noche oscura de no saber, en el sexto puesto, nos enseña a cinectarnos con el aquí y el ahora del hexagrama 10, el sentar el pie.


Trabajar con sun exige una clase de esfuerzo muy distinto a aquel que estamos acostumbrados a realizar, se trata de someter nuestra voluntad de conseguir resultados y adaptarnos a las circunstancias. Porque no podemos apropiarnos del viento, ni contenerlo, ni desafiarlo, ni vencerlo directamente, como bien saben los habitantes del caribe que periódicamente lidian con devastadores huracanes. No hay ingenio humano que hasta el momento logre evitar su avance inexorable, pese a las millonarias inversiones en ciencia y tecnología y sin embargo estamos rodeados de fábulas donde lo imposible se hace posible mediante la voluntad, donde cualquiera puede encontrar el éxito que todos perseguimos incansablemente. Los medios de comunicación están llenos de historias de aquellos afortunados que lograron vencer sus limitaciones, muchas veces por medio de enormes sacrificios personales y les convertimos en objeto de admiración, o envidia.

Y sin embargo nuestra sociedad está llena de limitaciones. La raza, la nacionalidad, el género sexual, la cultura, nuestro medio social, nuestros karmas y debilidades personales muchas veces constituyen algunas de estas barreras, infranqueables de manera individual salvo excepciones. El primer paso consiste en reconocerlas, investigarlas, entender por qué y cómo operan, qué tan necesarias son, y ello exige comprenderlas, someterse a ellas. voluntariamente. Esta es la gran tarea del hexagrama 9, una tarea ingrata y muchas veces incómoda que no estamos programados para cumplir. Queremos ser extraordinarios, especiales, y no nos damos cuenta que el serlo también es un estado de cambio, que lo extraordinario empieza precisamente desde lo ordinario, lo regular, lo tantas veces despreciado e invisible, lo cotidiano, donde nada ganamos ni perdemos, sino simplemente respiramos, nos llenamos los pulmones de aire, botamos el dióxido de carbono, realizamos nuestras rutinas acostumbradas, comemos, dormimos mientras somos bombardeados de acontecimientos y hazañas que nos distraen de algún modo haciendo que divaguemos, llevando nuestros pensamientos a otro lugar cualquiera menos en el cual estamos. No podemos huir del todo de este bombardeo, pero sí podemos observar las reacciones que provoca en nosotros, sean cuales fueren. Si invertimos la energía de la queja en aceptar el mensaje que nos trae, en vez de resistirnos, podremos recuperar nuestra capacidad transformadora de la situación adaptándonos a ella mientras reunimos las fuerzas que aún no tenemos hasta que lleguemos a aquella cuarta línea yin, y escuchemos su mensaje.

si eres veraz
desaparece la sangre y el miedo
no hay mácula

 Allí donde lo interior y lo exterior encuentran la armonía, se acepta el momento y estaremos listos para elegir si nos quedamos en el puesto y nos retiramos tranquilos o emprendemos un último vuelo hacia la cumbre.

Y si nos retiramos, llegará la posibilidad de trascender la situación yendo más allá de sus posibilidades de expansión, más allá de unirte con otros que estén de acuerdo en transformarla.y castrar sus colmillones de cerdo en el hexagrama 26, la fuerza amansadora de lo grande, la montaña sobre la cual se encuentran las respuestas, como tesoros enterrados bajo la montaña de la experiencia, que nos permiten identificar aquellos patrones que se repiten en nosotros y atajarlos como si se tratara de los cuernos limados de un buey o los de un colmillo castrado de cerdo, como nos sea más útil.

Finalmente llegamos a incorporar el material, a adquirir la posición de sabiduría en medio de la noche oscura, ad portas del hexagrama 5, donde podemos comprender que si te caes en el hoyo, puedes aprovechar la situación para dejar de depender de tu necesidad y adaptarte a los imprevistos y cambios de rumbo como una oportunidad para profundizar en las circunstancias que nos llevaron a perder el pie y caernos en primer lugar, y adoptar la actitud prudente de quien descansa en su hogar durante la noche, transformando el percance en una oportunidad preciosa para reponer las fuerza, y si no caemos, podemos alcanzar la agudeza mental necesaria para enfrentar el objetivo fundamental del hexagrama que le sigue en la secuencia, el número 10,  el sentar el pie sobre la cola del tigre que ya lográbamos atisbar a lo lejos desde aquella sexta línea precedente, experiencia que nos entrega la prudencia de cuidar nuestros pasos en medio de la oscuridad  de la noche del no saber,  para no caernos y poner sobre aviso al tigre que representa, entre otras cosas, la comprensión del sentido a partir de la experiencia inmersa y atenta del aquí y del ahora.


martes, 5 de junio de 2018

El hexagrama 48 y aquello que no cambia

El concepto de esencia se ha prestado para innumerables discusiones filosóficas a lo largo de la cultura occidental. "Quiénes somos" es una pregunta ineludible y cuya respuesta se ha abordado desde múltiples aristas y a la cual, como tantas otras interrogantes, nuestro viejo amigo i ching ha respondido. Por cierto, es necesario señalar que el oráculo siempre responde a cuestiones filosóficas desde el contexto y la realidad que el consultante se ubica, enfatizando ciertos aspectos útiles para el provecho particular. El i ching no adscribe a ninguna corriente en particular, y sin embargo entre sus símbolos podemos encontrar asombrosas correspondencias con aquellas formas que nuestra cultura ha "descubierto" en sus milenios de historia.

En medio de un foro/tocata organizado por un colectivo feminista en una plazuela urbana de un sector de clase media acomodada de Santiago de Chile se lanzó la pregunta "¿de dónde venimos?" Y el i ching respondió con el hexagrama 48, "El Pozo".

Los chinos desarrollaron pozos como éste, sin embargo su estructura metafórica es universal.


 El pozo es, ante todo, una invitación a mirarse hacia adentro. A dejar que las raíces se hundan en la tierra y extraigan de ella el líquido subterráneo, condición ineludible para conformar una ciudad. En estos tiempos de feroz individualismo se nos olvida que las ciudades nacen ante todo como construcciones colectivas que permiten satisfacer las necesidades básicas de alimentación, protección y abrigo. Son estructuras artificiales que delimitan un territorio y lo hacen familiar para un grupo de personas que se organizan para sacar agua de aquel único pozo, primigenio e inevitable, que no podemos transportar ni llevarnos consigo.

Sin importar nivel social, género, edad, credo o religión todos necesitamos agua de ese pozo que algunos podrán llamar "alma", "esencia", "Dios", "constitución", "ley", "dogma", "yo" entre muchas otras variables para monopolizarlo y hacer acto de apropiación. Es acaso la pieza constituituva de nuestra personalidad, aquellos aspectos que se mantienen constantes a lo largo de nuestra vida y nos hacen únicos e insustituibles, seamos quien seamos. Aquello que nos define y de cierta forma nos limita.

En algún momento de nuestras vidas todos sentimos ese llamado a descubrir qué somos, por más que nuestras culturas hayan desarrollado una amplia variedad de respuestas. La nación, el lugar de nacimiento, una ideología, una identidad sexual, un club deportivo, un sueño, un estilo musical, una clase social o aspiracional, una profesión, un oficio son algunos de los sucedáneos que nos hemos inventado, que nos agrupan en torno a algo más grande. El entramado que agrupa los diversos aspectos múltiples y cambiantes de nuestro yo, nuestras edades que en nosotros quedan, nuestros miedos y anhelos.

El libro de las mutaciones es elusivo en cuanto a enumerar, sólo nos dice que este pozo no se puede cambiar y que existen dos riesgos: quedarnos en la superficie cómoda o atarantarnos a profundizar y perder el esfuerzo por falta de rigor. Ante todo, implica penetrar, como nos muestra el trigrama inferior sun, y permanecer en el flujo, como nos muestra el superior kan el agua. Dentro de él podemos encontrar una confortable ilusión, como nos muestra el nuclear inferior lago, o un dogma iluminador, como lo hace el nuclear superior fuego. Todas las hermanas, las energías yin, las posibilidades activadas por el fluir del agua inquieta, que no se queda con lo que le dicen y lo arriesga todo porbir en pos de sus respuestas.

Nos dice que "de dónde venimos" puede aclararse en este momento de introspección, de mirarse hacia adentro más allá de lo que hemos aprendido y reproducimos en nuestro socializar. Un momento solemne, profundo, al cual llegamos después de experimentar la desazón en el 47 y nos lleva a intentar la muda en el 49.

No nos asegura, sin embargo, que esa agua esté limpia y fresca. En la línea 1 nadie bebe de esa agua turbia, condicionada por la educación que recibimos en el 5. No estamos preparados para la tarea aún. En la línea 2 desconfiamos, estamos demasiado ocupados sobreviviendo en el aquí y ahora y sin embargo nos invita a la calma.

Las lineas centrales de este hexagrama son particularmente angustiosas en su transcurrir. La tercera al beberla nos trae la amarga conciencia de nuestra individualidad, nos hace sentirnos aislados y desaprovechados, detentores de verdades únicas e irreproducibles, iluminados y visionarios incomprendidos cuya naturaleza nos aleja del resto de la humanidad, lo cual por cierto es lamentable y nos ata de manos en el 60. Por su parte, en la cuarta voluntariamente nos retiramos a nuestra interioridad, superamos la angustia y comprendemos que la introspección es necesaria, un refugio a salvo de la tormenta por mientras logramos alcanzar e inspirar a los de abajo en medio de los tiempos convulsionados y urgentes del 28.

En nuestra respuesta, sin embargo, se manifestaron las dos líneas superiores, las únicas donde este líquido vital llega directo hacia nosotros. En particular la quinta donde, libres de nuestro ego, comprendemos que el adentrarnos en nuestro pozo individual y arquetípico se encuentra indivisiblemente ligado a lo colectivo, al ascenso del 46 y la sexta donde el pozo es de libre acceso para quien quiera utilizarlo y finalmente nos logramos extender orgánicamente como ramas del mismo bosque, perdiendo el sentido de propiedad y la hacha en el arquetípico 57, que nos regresa al alma colectiva y recuerda a nuestro ego que es un aspecto más del sinfín de manifestaciones de la energia en su fluir.

Ambas líneas al mutar, el fuerte soberano y el dócil sabio que determinan un pozo libre de empantanamientos, de miedos instintivos y de las cadenas del ego, nos invita en el 18 a trabajar juntos en aquello que está corrompido, compartiendo nuestras búsquedas, nuestros dogmas y saberes en la construcción de algo nuevo, y distinto, que sin embargo alguna vez ya ha sido experimentado por la humanidad aunque no existan registros de ello. A veces, nuestro espíritu, o algo dentro de nosotros recuerda, quizás esta misma agua del pozo.




miércoles, 18 de abril de 2018

Hexagrama 5 y el educarse

El i ching es un lenguaje que retrata estados y situaciones, ofreciendo una amplia gama de interpretaciones, desde las más obvias hasta algunas sorprendentes, que se alejan del sinfín de comentarios que nos han llegado a través de las distintas traducciones que nosotros, de habla hispana, hemos recibido.

Acabo de sorprenderme cuando le pregunto, a raíz de algunas interesantes conversaciones que he mantenido con un par de amigas compañeras de camino, "qué entiendes por educación".


Ciertamente educarse no es sentarse en un pupitre, escuchar a un profesor y memorizar materia para una prueba.


En esta versión, la educación es La Espera.


En nuestra sociedad se suele pensar la educación en términos de recibir conocimientos y herramientas. En mi país las discusiones más visibles en torno al tema giran en torno al lucro, a la malla curricular cada vez más estrecha pese a la creciente cantidad de ho ras que pasan los niños en el colegio, a las condiciones laborales de los profesores. 

Para los usuarios del i ching, el hexagrama que alude más directamente esta cuestión es el 26, la fuerza domesticadora de lo grande. En términos más abstractos, asociamos la idea de educación a la de alimentación, y tenemos el 27, las comisuras de la boca, el 48, el pozo, el 50, la marmita. Confucio, o sus comentaristas, hablan del 29, el conocimiento líquido, que fluye como el agua en su interminable ciclo, y también el peligro, porque el conocimiento puede ser peligroso no sólo para quien domina porque sabe a seres que no saben, sino para aquél que sin saber actúa como si supiera y termina entrampado en el abismo. No se trata tampoco de encerrar el conocimiento en las cárceles rigidas de las academias y las disciplinas y determinar que sólo certificándose se aprende, sino de estar consciente de que el saber sin experiencia es una aproximación que no nos garantiza nada, sino que nos prepara para afrontar lo siempre desconocido. Quien se sube al carro del saber para alcanzar certezas tarde o temprano termina tropezando en el foso de la experiencia. 

En el 5 el cielo, lo creativo, ocupa el lugar de la tierra, mientras que el agua, lo abismal, ocupa el lugar del cielo. Es una imagen de lluvia, entre otras cosas. 

El ojo está puesto en cómo recibimos ese alimento líquido, dúctil y potencialmente peligroso, que recibimos desde el cielo por el cual transita condensado en forma de nubes. Imposible que no se nos vengan a la cabeza las nubes de almacenamiento virtual que se nos ofrecen en internet, donde acumulamos gigas de información. 

Por otro lado existe una avidez de aprender, de incorporar las herramientas que nos permitirán cumplir nuestra función transformadora del mundo. Los humanos, para bien y para mal, somos transformadores. Nuestra parte yang, creativa, nos separa del resto de los animales que se someten a la oscura abundancia del yin, que nos provee de alimento y estímulos. 

Este hexagrama y su espejo, el 35, son ejemplos tremendos de lo paradojico que puede resultar este libro para mentalidades occidentales. ¿Cómo es posible que dos trigramas yang, impetuosos y llenos de energía, nos ofrezcan una imagen tan yin, tan receptiva?

Porque claro, el dictamen nos anuncia que es provechoso cruzar la gran agua, y nos advierte "si eres sincero, tendrás luz y éxito" pero no es llegar y cruzar la gran agua, sino que es preciso aguardar y no precipitarnos.

Usted no está para descubrir nada, deje que nosotros le mostremos como mirar y así no se va a entrampar y se evitará problemas. De eso se tratan las construcciones colectivas de saber que se reproducen a través de la educacion institucionalizada a lo largo del mundo. 

En la línea uno, el sujeto aguarda, su ímpetu se detiene y en ese aprender empieza a mirarse hacia adentro y descubre en sí mismo el reflejo del conocimiento que recibe en el 48. Un pozo viejo, del cual no se bebe, porque es como mirarse el ombligo. Es un receptor pasivo, el alumno que calienta el asiento, y sin embargo es la clase de sujeto que recibe la información y no es capaz de procesarla. El sujeto que no aprende dentro de un aula, pero que tampoco se lo cuestiona. Un hombre sencillo, o simplemente ignorante, las posibilidades están abiertas.

En la línea dos el sujeto se arriesga más, se atreve a ir más allá pese a que la sociedad le advierta que no tiene las capacidades y se atreve a descubrir afuera, en el mundo. Llega al 63, al apabullante y difícil de mantener estado de experimentar el aquí y el ahora en toda su magnitud. Su conocimiento se hace vivencial y sin embargo no sobrepasa los límites, es capaz de avanzar y retroceder de manera autónoma. No hay que guiarlo demasiado.

El de la línea tres es atarantado, en vez de ir tanteando el terreno sale corriendo, confiado en lo que aprendió, al encuentro de una experiencia lleno de ideas preconcebidas, y es por eso que se termina desbocando, y llega al 60, donde aprende a porrazos lo que su compañero de la línea 2 consiguió mediante la calma y sin apenas rasguños, que el saber del aula es sólo una herramienta que no sustituye a la vivencia, sino que nos sirve para evitarnos pasos y economizar energías.

Muchas aristas que se resisten a encasillarse como positivas o negativas pese a que nuestro instinto aprendido nos lleva inevitablemente a ese plano. Trataré de evitar juicios, aunque igual se terminará escapando uno que otro.

La linea 4 es inevitable. Existe una presión de conocer, se trata de saberes especializados y urgentes que exigen ser experienciados y es más, nos exigen errar para saber. Tan asi que al pasar al 43 se nos advierte "si se dejara guiar como un cordero desaparece el remordimiento" pero la mente, en su constante autoafirmación, no deja de cuestionar y la única alternativa es hundirse en el barro.

La 5 llama la atención con su profundo dominio y desapego. Disfruta del conocimiento recibido, lo recibe con alegría y goce, y lo deja reposar en eternas y agradables sobremesas para luego seguir caminando. Sabe que el conocimiento es como vestirse, sabe guardar y mantener limpias sus prendas y sabe cuando desvestirse. Es ubicada en su manera de aprender, no le tiene miedo al barro, esta clara que el saber no le garantiza nada, y tampoco deja que aquello desmotive su hambre de saber. Por ello alcanza ese fértil estado de intetcambio que en el i ching se llama la paz.

La sexta es sorprendente. Me deja pensando y aquí se me va a salir lo dogmático, cómo no. Es la experiencia que transforma y modifica nuestras ideas preconcebidas adquiridas a través de la educación. Esos tres visitantes no inesperados. Imposible no citar acá a Raúl Ruiz, mi cinesta favorito, cuando dice que toda planificacion debiesre ser capaz de considerar e incorporar los accidentes e imprevistos, en este caso una educación que nos permita desaprender lo aprendido para volver a aprender de la experiencia, dinámica, dúctil, líquida. Una educación sujeta a las circunstancias, que puede vivirse incómoda como a menudo se vive el hexagrama 9, aquel que nos amansa y a menudo nos suele incomodar.

Un realizador sin miedo a errar, ni a desaprender lo sabido.



lunes, 9 de abril de 2018

El hexagrama 43 y nuestras ideas tajantes

El i ching es un libro de paradojas que utilizamos en el marco de una cultura dentro de la cual las paradojas tienen un limitado espacio de expresión. A nuestra cultura le gustan las verdades indiscutibles, la seguridad incuestionable, la consecuencia en el decir y el actuar, las evaluaciones y los estudios científicos. En el cotidiano discutimos acerca de que es mejor, elaboramos rankings, culpabilizamos a otros por los problemas de la sociedad en la que vivimos y rara vez nos hacemos conscientes de que la paradoja está a la vuelta de la esquina. El i ching nos lo recuerda constantemente, que el yin y el yang se permutan y se ponen en movimiento al igual que las horas y los días y sin embargo tantos de nosotros en algún momento buscamos las respuestas tajantes como aquellas registradas en los caparazones de tortuga miles de años atrás, esas que nos aseguren que aquello que queremos ocurrirá, que nos saquen de la incertidumbre y de las proyecciones, que nos liberen de esa angustia que nos provoca el caos, ese caos que como observaron los antiguos chinos puede configurarse de distintas maneras, y así ocurre en nuestras historias cotidianas, aquellas que delineamos momento a momento.

El i ching también tiene sus momentos inequívocos y tajantes, aquellos son los que más suelen confundirnos. Uno de ellos es el 43, el desbordamiento, el abrirse paso, un momento lleno de energía creativa, de decisión y sin embargo hay algo en dichas situaciones que se nos resiste, que se nos escapa hancia las alturas subconscientes, misteriosas e insondables.

El 43 es una emoción que se nos desborda, se nos sale por los poros y resulta difícil de encauzar aún teniendo claro que así debe ser. La linea 4 es precisa en indicar este punto.

Sin embargo todas las líneas del hexagrama tienen su dificultad. Las palabras del juicio se explayan abundantemente: hay algo oscuro que es preciso enfrentar, algo que nos divide y confunde, amenazando con dispersar nuestras energías. Pero para poder enfrentarlo primero es preciso reconocerlo, mirarlo y aceptarlo tal como es.

 No se trata de extirpar un cáncer, o una verruga, sino entender que ese cáncer se generó desde nosotros y puede volver a generarse. Reconocer nuestra vulnerabilidad, aceptarla y darle espacios para que se manifieste y no comprarse el cuento de creernos invulnerables. Antes del 11S ya andaban dando vueltas académicos proclamando "el fin de la historia" y ya vemos que ocurrió en el mundo.

En el 43 todo parece estar patas para arriba, y no es cosa de simplemente llegar y sacar la silla. 


El sujeto de la línea 1 se impacienta, quiere combatir a toda costa ese elemento espúreo que le ha surgido, sin apenas entenderlo. La "mala fortuna" deriva del obstinarse, sin darse el tiempo de mirarse adentro, y cuando se mira es desde el 28, desde la urgencia apremiante del sentirse endeble, y ahi se ve obligado a bucear en si mismo, apoyar la carga en unos juncos.

En cambio, el de la línea 2 es capaz de apreciar a qué se enfrenta y logra frenarse, darse cuenta que el enfrentar a esa oscuridad lo obliga a transformarse, y que las transformaciones no se consiguen de un día para otro. En sí despiertan la claridad y la convicción, el viento y el fuego, y con esa visión el miedo se aparta y poco a poco logra deconstruirse en el 49.

El sujeto de la línea 3 en cambio está abrumado. No supo detenerse a tiempo, ya está enfrentando las consecuencias de un actuar irreflexivo y ya no puede echar pie atrás. Le toca soportar la incomprensión de ser juzgado en términos incómodos, se entrampa en su decisión, se consuela pensando que mañana vendrán tiempos mejores y deja de estar situado en su presente.

El de la 4 si se puede es aún más presa de la futilidad. Está muy cerca de esa oscuridad, la conoce íntimamente, pero no sabe cómo enfrentarla. Está paralizado, pero tan imbuído en la acción que no puede darse el lujo de detenerse y aquello lo abruma. Sabe que podria quedarse enredado y quisiera detenerse, pero en este caso el detenerse lo sitúa en un lugar peligroso, en la caverna, en la sangre. Ese reposo le está vedado, asi que no le queda otra que seguir. Si tan sólo pudiese dejar de darle vueltas al asunto...

La acción de la 5 es inequívoca en su dimensión: sabe que atajar la oscuridad no acabará con ella definitivamente, pero es capaz de transar con ella y mantenerla a raya, vigilante, en el 34. Se aparta del macho cabrío y por tanto no se enreda. Es precisa en su decisión y sin embargo no habla de buena fortuna, simplemente cumplió.

Finalmente, la sexta es soberbia. Su mala fortuna no radica en sí misma sino en la acción tajante y fanática de apartar lo dañino, de esconder la basura debajo de la alfombra, de hacerse el loco y subirse en la cima de la torre que se hace astillas en el 23. Uno se encierra en sus convicciones, en el trabajo realizado y alcanza la "seguridad" proyectada, alcanza sus objetivos y el completo dominio de la situación, con ello pierde la apreciación desapegada y se vuelve rigido en sus convicciones, lo cual puede funcionarle algún tiempo hasta que ese yin lo sorprenda seductoramente en el 44, se aferre a él como garrapata en el 33, lo haga perder contacto con el resto del mundo en el 12, le cuente historias de aquello que no puede alcanzar por sí mismo en el 20 hasta que es invadido en el 23 y no le queda otra que volver a abrirse como una flor en el hexagrama 2.






jueves, 28 de diciembre de 2017

Las predicciones este 2018 y cómo abordarlas

Como no podía ser de otra manera hago eco de la ininterrumpida tradición de tarotistas, tarólogos, adivinos e intérpretes que cada año que termina realizan sus interpretaciones para el que viene. No obstante lo hago haciendo notar varias salvedades:

El año gregoriano marca una vuelta completa al sol. Termina en invierno, que es el momento de reposo del año. De acuerdo a las mediciones astrológicas, el momento en que la tierra se encuentra más alejada del sol, o afelio, se produce a principios de julio, época que en el hemisferio norte corresponde al verano.

Como podremos fácilmente darnos cuenta, la contabilización de cuando compienza y termina un año suele ser arbitraria y variar de acuerdo a cada civilización, pero usualmente fin de año suele coincidir con el invierno, algo que no ocurre desde que adoptamos el calendario gregoriano diseñado en el hemisferio boreal.

Sin más preámbulos el hexagrama que aparece es el 44, La Complacencia, el ir al encuentro.



En el blog del Abate Soderini Marta Ortiz realiza una interpretación de este hexagrama que se aleja de la que aparece tradicionalmente en los libros del i ching, escrito y traducido por hombres hijos de una cultura patriarcal. Incluyo el enlace acá como marco conceptual para realizar mis proyecciones.

Desde hace cierto tiempo hasta ahora, lo femenino ha empezado a alzar su voz para denunciar las incomodidades sufridas durante siglos en el seno de una sociedad patriarcal, construida por y para los hombres donde lo femenino está relegado a lo íntimo, a la esfera privada del hogar al cual se consagra. Durante el siglo XX, no obstante, las mujeres empezaron a conquistar tímidos derechos como el sufragio, irrumpieron con fuerza, permitiéndose destacar en el mundo laboral y empoderándose de su propia sexualidad.



Durante lo que llevamos de siglo XXI esta tendencia se ha ido profundizando. Hoy las mujeres están alzando la voz para denunciar los micromachismos profundos, aquellos que son reproducidos tanto por hombres y mujeres en lo cotidiano a través de la publicidad y las historias que nos inundan, las baladas románticas, donde la mujer es representada como un objeto de deseo, idolizada a partir de su belleza y sofisticación, piropeada y acosada en las calles por hombres poderosos e inescrupulosos, menoscabada y anulada por la violencia intrafamiliar en muchos hogares.

Esto es peligroso para nuestra cultura. "La doncella es poderosa, no conviene desposarse con ella" dice la sentencia del hexagrama 44. La ola de demandas sociales que exigen cooperación, inclusión, horizontalidad, sensibilidad y decrecimiento económico (cualidades también asociadas con lo femenino)  que recorre al planeta está determinando régimenes patriarcales derechizados y capitalistas a lo largo del globo que con mayor o menor éxito buscarán atajar este encuentro, con la caballerosidad y deferencia de un galán que sólo busca mantener contenta a su mujer a través del placer: consintiéndola, haciéndola sentir como una reina mientras no se atreva a manifestar su opinión, sobre todo si lo contradice.

Acostumbradas a esta realidad que lleva siglos y generaciones operando, los movimientos ecologistas, indignados, separatistas, feministas y revolucionarios a lo largo del globo (que apelan a nuestras cualidades más femeninas aunque no sea necesariamente explícito) la tienen difícil. Si bien su conciencia los está llevando a imaginar otros mundos más allá del dominio absoluto capitalista, dentro de ellos se agitan poderosas contradicciones que derivan de la costumbre al haber sido criados dentro de este marco. Dentro del hexagrama se marca la línea 3:

En los muslos no hay piel
y resulta difícil el caminar.
Si se tiene siempre presente el peligro,
no se cometerá una falta grande.
“… continúa andando sin dejarse conducir”.

El peligro radica en el atarantamiento, en la radicalización de los movimientos que legítimamente aspiran a hacerse oídos en un contexto donde son resistidos y contenidos a través de leyes y discursos oficiales de buena crianza, donde las grandes iglesias y los gobiernos realizan llamados de unidad y tolerancia mientras aprueban leyes de intolerancia y segregación, y los poderes económicos se concentran en cada vez menos manos. Al cambiar este hexagrama llegamos al 6, al conflicto. Para los amantes del status quo y aquellas personas de tendencia conservadora se vienen tiempos difíciles donde sus ideas rígidas de sociedad se verán confrontadas con estas nuevas ideas que pueden seducirlos pero también los harán desconfiar; en tanto, para aquellos oprimidos que luchan por cambios radicales el peligro radica a perder la sutileza y caer en brusquedades y extremismos de toda clase. Inexorablemente ambos bandos polarizados se terminarán enfrentando, porque como bien dice el mismo i ching en el hexagrama 12 "cuando cielo y tierra se alejan se produce el estancamiento" y vivimos en una realidad claramente asimétrica cimentada durante generaciones. Los conflictos que recorren el planeta son la prueba más fehaciente de ello.