viernes, 9 de abril de 2021

La intimidad y el hexagrama 9 (o el 61)

 Hay demasiadas cosas que ocurren en nuestras vidas todo el tiempo, pero los momentos regresan. Transfigurados en otros, por cierto, pero regresan. 

Una vez un amigo me hizo notar, algo molesto, que cuando estaba con él insistía en traer a colación otros momentos. No era la nostalgia, sino el eco reverberando, pero no logré explicárselo, de hecho, ni siquiera lo sabía entonces. 

Hace diez años comencé a practicar danza contemporánea. Como la entiendo ahora, se trata de crear momentos desde el cuerpo, y no la belleza de los movimientos, ni la técnica, ni la flexibilidad, que son los medios desde los cuales los momentos se expresan pero se convierten en todo lo que uno quisiera expresar. Cuando en las clases me pedían improvisar trataba de desarrollar conceptos, ideas difusas de lo que debía ser y muchas veces fallaba, porque no me sentía en el momento. Mi cabeza usualmente está inmersa en muchos pensamientos que una y otra vez reverberan. Acerca del mundo, acerca de mis estados de ánimos, de mis carencias, mis inquietudes, qué se yo. Como cuando tienes ganas de besar a alguien e intentas descubrir si la otra persona comparte esas ganas, porque no estás seguro. 

Muchas veces ligar se convierte en un algoritmo: una serie de pasos definidos que inevitablemente se terminan cumpliendo y muchas veces, en no querer que se me arranquen, los voy estirando. La pornografía es un loop interminable, una secuencia que sin embargo buscamos repetir acrobáticamente, tanto que hay gestos que te sacan porque están fuera de lugar en tu imaginario y pertenecen al otro, a aquel ser que, supuestamente, comparte tu deseo. Cuando aparecen, uno se vuelve un fantasma. 

Alguien a quien quise mucho hizo de unos envoltorios de chocolate y unas boletas unos fantasmas de papel, y me dijo que siempre iban a acompañarme. Uno trae consigo esos fantasmitas y se empeña en encontrarlos. Pero no es tan difícil conjurarlos si uno está presente. Si lo estamos, cada momento se vuelve único, y ya ni siquiera se asoman las melodías de las escenas de nuestras películas favoritas, ni aquellas canciones ajenas en las que acostumbramos a depositar momentos. 

No necesitamos a alguien para crear momentos, éstos apenas son ejemplos, formas de enunciar. Escribir es una forma de documentar ciertas atmósferas que se entretejen con aquellos. 

Hoy pregunté por qué me aterra quedarme en los momentos. El i ching me respondió con el hexagrama 61 transitando al 9.

La verdad interior que en su línea tercera, débil, es amansada por lo pequeño, el eco de otro momento inevitablemente perdido cuyo eco se nos hace insoportable y nos hace volver nuestra atención a la forma, a su singularidad, y nos distrae del hecho de que reverbera, y que lo recordamos porque vuelve, despojado de las envolturas espaciotemporales y socioafectivas. Cuando tratamos de apropiarnos del yin arrebatadamente y olvidamos la advertencia del hexagrama 44. "La doncella es poderosa, no conviene desposarse con ella" porque no es para que nos apropiemos, de hecho incluso nos podemos dar cuenta. ¿qué sentido tiene hacerlo? 

Va y viene. 



2 comentarios:

  1. Hola jorge! Interesante la respuesta. Y si lo que te aterra es quedar ligado al sentimiento que sentias en ese momento ¿?¿?¿ me hace reflexionar sobre el tiempo. Tampoco podemos apoderarnos de el al igual que la doncella.
    Saludos :)

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    1. Hola! Lo que me aterra es querer apropiarme de ese momento y la ilusión de revivirlo una y otra vez como nos permiten las nuevas formas de relación virtual, a falta de la intimidad de compartir cara a cara. Como querer apropiárselo como lo que ocurre en la línea 3 del 61.

      Gracias por comentar!

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